ELLOS AUN VIVIAN. RECUERDO A DOÑA YINA DE LA PAZ, CON SU SINGULAR SONRISA, TENIA UNA PERSONALIDAD TIERNA Y DESCANSADA, SENTIA EN MI NIÑEZ, QUE ME IRRADIABA TRANQUILIDAD Y CONCILIACION, CUANDO OBSERVABA MIS MALQUERENCIAS. ERA HERMANA DE DON ALEJANDRO EL ESPOSO DE DOÑA ELVIRA DE LEON. NO HABIA MUERTO RAMON BATISTA, MI BISABUELO, NI SU SOBRINO VANGE. VIVIA DOÑA MARIA MATEO, ASI COMO DOÑA CASON Y PANCHITO DE LA CRUZ, DOÑA RUMBA, JULIA (Mon) Y MI BISABUELA DODO. VIVIA DOÑA ENRIQUETA CABRERA, TAMBIEN VIGIN Y PANE Y VIVIA CONTENTO PAJIN EN SU AFAN CON BALAGUER. NO HABIAN MATADO A QUETICO NI A DARIO NIN. TAMBIEN NIÑA, LA DE DON ELPIDIO FUE MI ABUELITA POSTIZA, LA RECUERDO CON EL CARIÑO QUE TODAVIA PROFESA MI MADRE, ANITA.
‘’Las siestas se dormían profundas. El moho de las bisagras producía un sonido singular, cónsone con la misteriosa brisa, que impetuosa, tiraba de las ventanas y puertas, llevándose a su paso el canto de los pájaros. A veces sí, eran largos los días, cuando compartíamos la faena madrugadora con la escuelita de dos tandas, donde se conjugaba la disciplina con la rectitud y el olor a tiza, lápices y cuadernos llenos estrujados, con el brillo y la limpieza de un piso de tierra bien barrido. El radio de dos bandas, marca PAM, allanaba la sala, grande y coqueto, con cuatro patitas visibles, una en cada esquina. Era agradable el sonido que producía la búsqueda de una emisora, pues su aguja se encontraba con las interferencias del tiempo. Mi tío Biscocho le improvisaba una antena en la tierra de la mata que servía de adorno. El ‘’Rosario’’ que se escucha a las seis pasado el meridiano, invitaba a prender la lámpara. Afuera estaba claro, pero ya era prima noche. Las camas están tendidas con sus mosquiteros puestos y la cena está servida, mientras Lola Batista, mi abuela, se mueve calmada como una pava en la rutina de su casa’’.
‘’El tiempo va pasando, como pasan veloces los postes del tendido eléctrico de las carreteras. Es increíble como se van perdiendo en el camino, los vemos alejarse con nostalgia, lánguidos, oscuros, un tanto torcidos, mientras nos acercamos a la ciudad grande, dueña de unas luces que no crean ensoñación. La carretera nos enseña las cruces y el paso de la vida, las ermitas, que muestran secas las coronas que se mueven con la brisa que las empapa del fino polvo. Ese polvo procede de Jaquimeyes y lo lleva ‘’Beluche’’ en su jeep, luego pasan ‘’Rojo’’ y ‘’Toñé’’, viajan desde Barahona hasta Vicente Noble, haciendo cruces en ‘’Bombita’’ y ‘’Canoa’’.
‘’Cledo’’ y ‘’Cariño’’ salen del mercado y se dirigen a Neiba y los bateyes, llevan a ‘’Jova’’, ‘’Guazarita’’ y ‘’Foden’’ de ayudantes, desechando pasar por Cachón y Cabral, pues es carnaval y las cachúas están bravas. Se evita que el aguardiente de caña que aploman desborden las pasiones en el viaje. Las cachúas cabraleñas, ritualizadas, toman el camino de ‘’La Peñuela’’, corren con impresionante colorido repartiendo foetazos a los mayores e hincando de rodillas a los niños que se portan mal y que, dicho por sus padres con la intención de amedrentarlos, ‘’se hacen pipí en la cama’’. Los chivos que inundan el parque, ese día cogen el monte perseguidos por los perros atormentados que presagian los malos espíritus. Los caminos de ‘’El Peñón’’, Duvergé y ‘’Polo’’, aguardan en los cruces la llegada de esos ‘’mascaraos’’ que concluyen su misión replicando gloria el domingo, hasta sonar sus foetes el lunes en la tumba del ‘’Barón del Cementerio’’.
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