jueves, 28 de diciembre de 2017

MANUEL DE JESUS BATISTA BELTRE (NENI)

Hay hombres que hacen una trayectoria de vida en una comunidad, que luego resalta en las actividades profesionales y cotidiana de la generación que fueron parte de labor altruista y entregada de dicha persona, pero que lamentablemente se va desvaneciendo en el tiempo, fruto de la apatía de una generación subsiguiente enfocada en sobresalir y competir con los demás, olvidando a aquellos que aportaron las bases para que sean individuos de honor y con valores familiares.

Manuel de Jesús Batista Beltre, a quien en su pueblo llamaban "Není", militó desde joven en la Fuerza Aérea Dominicana, llegando al rango de capitán, lo que no impidió su entrega por la generación joven de la época, con una participación muy activa.

Není dirigió con mucho éxito el equipo de béisbol de Jaquimeyes, formando deportista entregados y con una alta disciplina y respeto, logrando insertar a la mayoría en la Selección que representaba a la provincia de Barahona en los Juegos Nacionales, donde varios de nuestros compoblanos lograron medallas de reconocimientos. De igual manera logró encaminar con éxito el equipo de Sofbol Femenino, logrando que el ochenta por ciento (80%) de nuestras jóvenes formaran la Selección de la provincia de Barahona en los Juegos Nacionales, sobresaliendo con premios por sus entregas como deportistas.

El Colia también tuvo una participación muy activa en el Grupo de Teatro del Club Cultural y Deportivo Eliseo López, junto a Jivé, Champan, Ravelo, Chiqui, María, Bélgica, Francis, Yiyo, etc. Fueron muchas las obras de teatros realizadas que lograron insertarse en los corazones de la gente de nuestro pueblo, sus mejicanadas salen a relucir en las anécdotas de esa generación de hombres y mujeres de éxitos.

Sus éxitos deportivos lo siguieron en su vida, logrando dirigir junto a Luis Sanchez y otros en Barahona, el equipo de Béisbol y otras ramas deportivas; donde su talento resaltó en la disciplina impuesta a estos jóvenes.

En su período de descanso, su espíritu de aportar a su comunidad se mantuvo abierta, cuando la Asociación de Jaquimeyeros Ausentes lo contactó para que participara en el Encuentro con los Envejecientes, no lo dudó, respondiendo "La Coliada, sabes que esa es mi vida". Sus rancheras dieron alegría y remembranzas a nuestros viejos en esos hermosos encuentros.

Manuel de Jesús Batista Beltre, fuiste un hijo digno de Jaquimeyes, hasta pronto!, te recordaremos siempre sonriente, jovial y ese gran calor humano que te caracterizó.

jueves, 16 de noviembre de 2017

Muere Roger Acosta, exdirector Instituto Sismología UASD


EL NUEVO DIARIO, SANTO DOMINGO. El exdirector del Instituto de Sismología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), Roger Acosta Segura, falleció a causa de infarto al miocardio.
A la hora de su muerte, Acosta Segura se desempeñaba como profesor de Matemática de la academia estatal.
Acosta Segura era autor de un blog sobre Terremotos en la República Dominicana: censo sismológicos.

martes, 31 de octubre de 2017

EL COOPERATIVISMO COMO FUNDAMENTO FAMILIAR


El desarrollo de los pueblos esta sustentado en la realidad del futuro, tanto en el ámbito familiar, como en el social; hay muchos criterios que basan su realidad en la formación
del individuo, las metas y las trayectorias que se hayan forjado en su desarrollo.
Los aportes de las cooperativas en el presupuesto y los planes sociales de la familia dominicana, es un fomento para la economía; esos aportes están definidos por los trabajos que hacen sus dirigentes, esos que han desarrollado una vocación por servir y ser útil por naturaleza.
Las cooperativas nacen para cumplir con una necesidad y un compromiso con sus asociados, donde el lucro no debe tener razón de asomar sus garras entre sus asociados.
Esta debe mantener un crecimiento circunscrito en el aspecto social, económico y cultural de cada uno de los miembros que la componen, de nada sirve presentar a la sociedad un cúmulo novedoso de beneficios, donde sus asociados no tienen la capacidad en sus ingresos de solventar financiamientos que lesionen la sostenibilidad financiera de su familia.
El nacimiento de una cooperativa debe estar ligada a la formación en la cultura del ahorro en primer lugar, y educar al asociado para que obtenga los productos por una real necesidad personal o dentro de su hogar. Si nos fundamentamos en estos aspectos, la calidad de vida de este núcleo social, será sostenible a largo plazo.
Cuando las cooperativas entran en competencia para obtener grandes beneficios, se inicia una batalla por la administración de bienes y servicios que ofrecen a sus asociados; ya el fundamento por lo que fue creada esta institución, pasa a un plano del famoso “cambio”.

Aumentar la promoción en ofertas y “nuevos” servicios, aumenta el consumo, lesionando el presupuesto familiar del socio, como hemos visto en algunas cooperativas.

jueves, 28 de septiembre de 2017

AL POBRE NO LO LLAMAN PARA COSA BUENA

Cuento de Rodriguez Demorizi
Resultado de imagen para pobresCuando gobernaba en Puerto Plata el General Lavera, que era malo con colmo, convocó para un día señalado a todos los pobres del Distrito, a que se reunieran en la plaza del pueblo arriba. Cada quien calculaba sacar la tripa de mal año. "Que nos va a dar ropa", decía uno. "No, que lo que va a dar es dinero, que recibió muchísimo por un vapor que llegó de la Capital",y así cada uno echaba alegremente sus cuentas .
Llegó el día de la reunión y la plaza parecía una Corte de los Milagros. Cojos, mancos, tullidos, ciegos, tuertos, llagosos .... era aquello una florescencia de cementerio, como si cada tumba se hubiese abierto y echado al exterior su tétrico contenido. Momentos después llegó el General Lovera seguido de mil hombres de tropa que cercaron la plaza.. Avanzó el jefe, con su cara de estrafalario furibundo y con ronca voz comenzó a interrogar a los pobres uno a uno.
-Usted, ¿de qué vive?
-Yo, de la caridad pública. Ya ve que me falta un brazo y no puedo trabajar.
-Pues pase a aquel lado- le contestaba él señalándole el flanco izquierdo de la plaza.
Ya sólo faltaba un pobre por ser interrogado, y el General Lovera le hizo la pregunta consabida.
-Yo-- le contestó aquél, que era un hombrecillo flaco y desmedrado, con cara de gato, -yo vivo de lo mío. No me falta nada. Y se sonó los bolsillos del pantalón que produjeron un ruido argentino.
- Pues váyase a su casa, que con usted no es la cosa, -le contestó con su voz atronadora el General Lovera. Entonces, dirigiéndose al Comandante de la fuerza, le gritó:
-Cumpla la orden. Fusíleme a todos estos sinserviles!-
Y se fue.
Se armó una gritería de lamentos entre la multitud de pobres. Todos gemían y lloriqueaban su desgracia, y anatematizaban el nombre de su sacrificador Lovera.
El que se las dio de rico se acercó entonces al grupo de los condenados a muerte, y un compadre suyo llamado Juan José, que se encontraba allí, le increpó diciéndole:
-Hombre, compadre Toño, sólo usted es malo. Si usted sabía esto, ¿cómo no me dijo algo, en vez de dejar que me sacrifiquen así, como un marrano?
-Compadre,- le contestó el falso rico: -Yo no
sabía nada. Lo único que yo sé es que ai probe no lo llaman pa’ na güeno.Por eso me preparé, llenándome los bolsillos de tiestos de platos.

lunes, 25 de septiembre de 2017

Juan Bosch (República Dominicana, 1909-2001

Dos pesos de agua
(Cuentos escritos antes del exilio, 1975) 
Resultado de imagen para agua torrencialesLa vieja Remigia sujeta el aparejo, alza la pequeña cara y dice:      —Dele ese rial fuerte a las ánimas pa que llueva, Felipa.
      Felipa fuma y calla. Al cabo de tanto oír lamentar la sequía levanta los ojos y recorre el cielo con ellos. Claro, amplio y alto, el cielo se muestra sin una mancha. Es de una limpieza desesperante.
      —Y no se ve nadita de nubes —comenta.
      Baja entonces la mirada. Los terrenos pardos se agrietan a la distancia. Allá, al pie de la loma, un bohío. La gente que vive en él, y en los otros, y en los más remotos, estará pensando como ella y como la vieja Remigia. ¡Nada de lluvia en una sarta bien larga de meses! Los hombres prenden fuego a los pinos de las lomas; el resplandor de los candelazos chamusca las escasas hojas de los maizales; algunas chispas vuelan como pájaros, dejando estelas luminosas, caen y florecen en incendios enormes: todo para que ascienda el humo a los cielos, para que llueva... Y nada. Nada.
      —Nos vamos a acabar, Remigia —dice.
      La vieja comenta:
      —Pa lo que nos falta.
      La sequía había empezado matando la primera cosecha; cuando se hubo hecho larga y le sacó todo el jugo a la tierra, les cayó encima a los arroyos; poco a poco los cauces le fueron quedando anchos al agua, las piedras surgieron cubiertas de lama y los pececillos emigraron corriente abajo. Infinidad de caños acabaron por agotarse, otros por tornarse lagunas, otros lodazales.
      Sedientos y desesperados, muchos hombres abandonaron los conucos, aparejaron caballos y se fueron con las familias en busca de lugares menos áridos.
      La vieja Remigia se resistía a salir. Algún día caería el agua; alguna tarde se cargaría el cielo de nubes; alguna noche rompería el canto del aguacero sobre el ardido techo de yaguas. Algún día...
***
      Desde que se quedó con el nieto, después que se llevaron al hijo en una parihuela, la vieja Remigia se hizo huraña y guardadora. Pieza a pieza fue juntando sus centavos en una higera con ceniza. Los centavos eran de cobre. Trabajaba en el conuquito, detrás de la casa, sembrando maíz y frijoles. El maíz lo usaba en engordar los pollos y los cerdos; los frijoles servían para la comida. Cada dos o tres meses reunía los pollos más gordos y se iba a venderlos. Cuando veía un cerdo mantecoso, lo mataba; ella misma detallaba la carne y de las capas extraía la grasa; con ésta y con los chicharrones se iba también al pueblo. Cerraba el bohío, le encarbaba a un vecino que le cuidara lo suyo, montaba el nieto en el potro bayo y lo seguía a pie. En la noche estaba de vuelta.
      Iba tejiendo su vida así, con el nieto colgado en el corazón.
      —Pa ti trabajo, muchacho —le decía—. No quiero que pases calores, ni que te vayas a malograr, como tu taita.
      El niño la miraba. Nunca se le oía hablar, y aunque apenas alzaba una vara del suelo, madrugaba con su machete bajo el brazo y el sol le salía sobre la espalda, limpiando el conuco.
      La vieja Remigia tenía sus esperanzas. Veía crecer el maíz, veía florecer los frijoles; oía el gruñido de sus puercos en la pocilga cercana; contaba las gallinas al anochecer, cuando subían a los palos. Entre días descolgaba la higera y sacaba los cobres. Había muchos, llegó también a haber monedas de plata de todos tamaños.
      Con un temblor de novia en la mano, Remigia acariciaba su dinero y soñaba. Veía al muchacho en tiempo de casarse, bien montado en brioso caballo alazano, o se lo figuraba tras un mostrador, despachando botellas de ron, varas de lienzo, libras de azúcar. Sonreía, tornaba a guardar su dinero, guindaba la higera y se acercaba al nieto, que dormía tranquilo.
      Todo iba bien, bien. Pero sin saberse cuándo ni cómo se presentó aquella sequía. Pasó un mes sin llover, pasaron dos, pasaron tres. Los hombres que cruzaban por delante de su bohío la saludaban diciendo:
      —Tiempo bravo, Remigia.
      Ella aprobaba en silencio. Acaso comentaba:
      —Prendiendo velas a las ánimas pasa esto.
      Pero no llovía. Se consumieron muchas velas y se consumió también el maíz en sus tallos. Se oían crujir los palos; se veían enflaquecer los caños de agua; en la pocilga empezó a endurecerse la tierra. A veces se cargaba el cielo de nubes; allá arriba se apelotonaban manchas grises; bajaban de las lomas vientos húmedos, que alzaban montones de polvo...
      —Esta noche sí llueve, Remigia —aseguraban los hombres que cruzaban.
      —¡Por fin! Va a ser hoy —decía una mujer.
      —Ya está casi cayendo —confiaba un negro.
      La vieja Remigia se acostaba y rezaba: ofrecía más velas a las ánimas y esperaba. A veces le parecía sentir el roncar de la lluvia que descendía de las altas lomas. Se dormía esperanzada; pero el cielo amanecía limpio como ropa de matrimonio.
      Comenzó la desesperación. La gente estaba ya transida y la propia tierra quemaba como si despidiera llamas. Todos los arroyos cercanos habían desaparecido; toda la vegetación de las lomas había sido quemada. No se conseguía comida para los cerdos; los asnos se alejaban en busca de mayas; las reses se perdían en los recodos, lamiendo raíces de árboles; los muchachos iban a distancias de medio día a buscar latas de agua; las gallinas se perdían en los montes, en procura de insectos y semillas.
      —Se acaba esto, Remigia. Se acaba —lamentaban las viejas.
      Un día, con la fresca del amanecer, pasó Rosendo con la mujer, los dos hijos, la vaca, el perro y un mulo flaco cargado de trastos.
      —Yo no aguanto, Remigia; a este lugar le han hecho mal de ojo.
      Remigia entró en el bohío, buscó dos monedas de cobre y volvió.
      —Tenga; préndamele esto de velas a las ánimas en mi nombre —recomendó.
      Rosendo cogió los cobres, los miró, alzó la cabeza y se cansó de ver cielo azul.
      —Cuando quiera, váyase a Tavera. Nosotros vamos a parar un rancho allá, y dende agora es suyo.
      —Yo me quedo, Rosendo. Esto no puede durar.
      Rosendo volvió el rostro. Su mujer y sus hijos se perdían ya en la distancia. El sol parecía incendiar las lomas remotas.
***
      El muchacho se había puesto tan oscuro como un negro. Un día se le acercó:
      —Mamá, uno de los puerquitos parece muerto.
      Remigia se fue a la pocilga. Anhelantes, resecas las trompas, flacos como alambres, los cerdos gruñían y chillaban. Estaban apelotonados, y cuando Remigia los espantó vio restos de un animal. Comprendió: el muerto había alimentado a los vivos. Entonces decidió ir ella misma en busca de agua para que sus animales resistieran.
      Echaba por delante el potro bayo; salía de madrugada y retornaba a medio día. Incansable, tenaz, silenciosa, Remigia se mantenía sin una queja. Ya sentía menos peso en la higuera; pero había que seguir sacrificando algo para que las ánimas tuvieran piedad. El camino hasta el arroyo más cercano era largo; ella lo hacía a pie, para no cansar la bestia. El potro bayo tenía las ancas cortantes, el pescuezo flaco, y a veces se le oían chocar los huesos.
      El éxodo seguía. Cada día se cerraba un nuevo bohío. Ya la tierra parda se resquebrajaba; ya sólo los espinosos cambronales se sostenían verdes. En cada viaje el agua del arroyo era más escasa. A la semana había tanto lodo como agua; a las dos semanas el cauce era como un viejo camino pedregoso, donde refulgía el sol. La bestia, desesperada, buscaba donde ramonear y batía el rabo para espantar las moscas.
      Remigia no había perdido la fe. Esperaba las señales de lluvia en el alto cielo.
      —¡Ánimas del Purgatorio! —clamaba de rodillas—. ¡Ánimas del Purgatorio! ¡Nos vamos a morir achicharrados si ustedes no nos ayudan!
      Días más tarde el potro bayo amaneció tristón e incapaz de levantarse; esa misma tarde el nieto se tendió en el catre, ardiendo en fiebre. Remigia se echó afuera. Anduvo y anduvo, llamando en los distantes bohíos, levantando los espíritus.
      —Vamos a hacerle un rosario a San Isidro —decía.
      —Vamos a hacerle un rosario a San Isidro —repetía.
      Salieron una madrugada de domingo. Ella llevaba el niño en brazos. La cabeza del muchacho, cargada de calenturas, pendía como un bulto del hombro de su abuela. Quince o veinte mujeres, hombres y niños desharrapados, curtidos por el sol, entonaban cánticos tristes, recorriendo los pelados caminos. Llevaban una imagen de la Altagracia; le encendían velas; se arrodillaban y elevaban ruegos a Dios. Un viejo flaco, barbudo, de ojos ardientes y acerados, con el pecho desnudo, iba delante golpeándose el esternón con la mano descarnada, mirando a lo alto y clamando:

                  ¡San Isidro Labrador!
                  ¡San Isidro Labrador!
                  Trae el agua y quita el sol,
                  ¡San Isidro Labrador!


      Sonaba ronca la voz del viejo. Detrás, las mujeres plañían y alzaban los brazos.
***
      Ya se habían ido todos. Pasó Rosendo, pasó Toribio con una hija medio loca; pasó Felipe; pasaron unos y otros. Ella les dio a todos para las velas. Pasaron los últimos, una gente a quienes no conocía; llevaban un viejo enfermo y no podían con su tristeza; ella les dio para las velas.
      Se podía tender la vista sin tropiezos y ver desde la puerta del bohío el calcinado paisaje con las lomas peladas al final; se podían ver los cauces secos de los arroyos.
      Ya nadie esperaba lluvia. Antes de irse los viejos juraban que Dios había castigado el lugar y los jóvenes que tenía mal de ojo.
      Remigia esperaba. Recogía escasas gotas de agua. Sabía que había que empezar de nuevo, porque ya casi nada quedaba en la higuera, y el conuco estaba pelado como un camino real. Polvo y sol; sol y polvo. La maldición de Dios, por la maldad de los hombres, se había realizado allí; pero la maldición de Dios no podía acabar con la fe de Remigia.
***
      En su rincón del Purgatorio, las ánimas, metidas de cintura abajo entre las llamas voraces, repasaban cuentas. Vivían consumidas por el fuego, purificándose; y, como burla sangrienta, tenían potestad para desatar la lluvia y llevar el agua a la tierra. Una de ellas, barbuda, dijo:
      —¡Caramba! ¡La vieja Remigia, de Paso Hondo, ha quemado ya dos pesos de velas pidiendo agua!
      Las compañeras saltaron vociferando:
      —¡Dos pesos, dos pesos!
      Alguna preguntó:
      —¿Por qué no se le ha atendido, como es costumbre?
      —¡Hay que atenderla! —rugió una de ojos impetuosos.
      —¡Hay que atenderla! —gritaron las otras.
      Se corría la voz, se repetían el mandato:
      —¡Hay que mandar agua a Paso Hondo! ¡Dos pesos de agua!
      —¡Dos pesos de agua a Paso Hondo!
      —¡Dos pesos de agua a Paso Hondo!
      Todas estaban impresionadas, casi fuera de sí, porque nunca llegó una entrega de agua a tal cantidad; ni siquiera a la mitad, ni aun a la tercera parte. Servían una noche de lluvia por dos centavos de velas, y cierta vez enviaron un diluvio entero por veinte centavos.
      —¡Dos pesos de agua a Paso Hondo! —rugían.
      Y todas las ánimas del Purgatorio se escandalizaban pensando en el agua que había que derramar por tanto dinero, mientras ellas ardían metidas en el fuego eterno, esperando que la suprema gracia de Dios las llamara a su lado.
***
      Abajo, en Paso Hondo, se nubló el cielo. Muy de mañana Remigia miró hacia oriente y vio una nube negra y fina, tan negra como una cinta de luto y tan fina como la rabiza de un fuete. Una hora después inmensas lomas de nubes grises se apelotonaron, empujándose, avanzando, ascendiendo. Dos horas más tarde estaba oscuro como si fuera de noche.
      Llena de miedo, con el temor de que se deshiciera tanta ventura, Remigia callaba y miraba. El nieto seguía en el catre, calenturiento. Estaba flaco, igual que un sonajero de huesos. Los ojos parecían salirle de cuevas.
      Arriba estalló un trueno. Remigia corrió a la puerta. Avanzando como caballería rabiosa, un frente de lluvia venía de las lomas sobre el bohío. Ella sonrió de manera inconsciente; se sujetó las mejillas, abrió desmesuradamente los ojos. ¡Ya estaba lloviendo!
      Rauda, pesada, cantando broncas canciones, la lluvia llegó hasta el camino real, resonó en el techo de yaguas, saltó el bohío, empezó a caer en el conuco. Sintiéndose arder, Remigia corrió a la puerta del patio y vio descender, apretados, los hilos gruesos del agua; vio la tierra adormecerse y despedir un vaho espeso. Se tiró afuera, rabiosa.
      —¡Yo sabía, yo lo sabía, yo lo sabía! —gritaba a voz en cuello.
      —¡Lloviendo, lloviendo! —clamaba con los brazos tendidos hacia el cielo—. ¡Yo lo sabía!
      De pronto penetró en la casa, tomó al niño, lo apretó contra su pecho, lo alzó, lo mostró a la lluvia.
      —¡Bebe, muchacho; bebe, hijo mío! ¡Mira agua, mira agua!
      Y sacudía al nieto, lo estrujaba; parecía querer meterle dentro el espíritu fresco y disperso del agua.
***
      Mientras afuera bramaba el temporal, soñaba adentro Remigia.
      —Ahora —se decía—, en cuanto la tierra se ablande, siembro batata, arroz tresmesino, frijoles y maíz. Todavía me quedan unos cuartitos con que comprar semillas. El muchacho se va a sanar. ¡Lástima que la gente se haya ido! Quisiera verle la cara a Toribio, a ver qué pensaría de este aguacero. Tantas rogaciones, y sólo me van a aprovechar a mí. Quizá vengan agora, cuando sepan que ya pasó el mal de ojo.
      El nieto dormía tranquilo. En Paso Hondo, por los secos cauces de los arroyos y los ríos, empezaba a rodar agua sucia; todavía era escasa y se estancaba en las piedras. De las lomas bajaba roja, cargada de barro; de los cielos descendía pesada y rauda. El techo de yaguas se desmigajaba con los golpes múltiples del aguacero. Remigia se adormecía y veía su conuco lleno de plantas verdes, lozanas, batidas por la brisa fresca; veía los rincones llenos de dorado maíz, de arroz, frijoles, de batatas henchidas. El sueño le tornaba pesada la cabeza.
      Y afuera seguía bramando la lluvia incansable.
***
      Pasó una semana; pasaron diez días, quince... Zumbaba el aguacero sin una hora de tregua. Se acabaron el arroz y la manteca; se acabó la sal. Bajo el agua tomó Remigia el camino de Las Cruces para comprar comida. Salió de mañana y retornó a media noche. Los ríos, los caños de agua y hasta las lagunas se adueñaban del mundo, borraban los caminos, se metían lentamente entre los conucos. Una tarde pasó un hombre. Montaba mulo pesado.
      —¡Ey, don! —llamó Remigia.
      El hombre metió la cabeza del animal por la puerta.
      —Bájese pa que se caliente —invitó ella.
      La montura se quedó a la intemperie.
      —El cielo se ta cayendo en agua —explicó él al rato. —Yo como usté dejaba este sitio tan bajito y me diba pa las lomas.
      —¿Yo dirme? No, hijo. Horita pasa este tiempo.
      —Vea —se extendió el visitante—, esto es una niega. Yo las he visto tremendas, con el agua llevándose animales, bohíos, matas y gente. Horita se crecen todos los caños que yo he dejado atrás, contimás que ta lloviéndoles duro en las cabezadas.
      —Jum… Peor que esto fue la seca, don. Todo el mundo le salió huyendo, y yo la aguanté.
      —La seca no mata, pero el agua ahoga, doña. Todo eso —y señaló lo que él había dejado a la puerta— ta anegado. Como tres horas tuve esta mañana sin salir de un agua que me le daba en la barriga al mulo.
      El hombre hablaba con voz pausada, y sus ojos grises, atemorizados, vigilaban el incesante caer de la lluvia.
      Al anochecer se fue. Mucho le rogó Remigia que no cogiera el camino con la oscuridad.
      —Dispué es peor, doña. Van esos ríos y se botan...
      Remigia se fue a atender al nieto, que se quejaba débilmente.
***
      Tuvo razón el hombre. ¡Qué noche, Dios! Se oía un rugir sordo e inquietante; se oían retumbar los truenos; penetraban los reflejos de los relámpagos por las múltiples rendijas.
      El agua sucia entró por los quicios y empezó a esparcirse en el suelo. Bravo era el viento en la distancia, y a ratos parecía arrancar árboles. Remigia abrió la puerta. Un relámpago lejano alumbró el sitio de Paso Hondo. ¡Agua y agua! Agua aquí, allá, más lejos, entre los troncos escasos, en los lugares pelados. Debía descender de las lomas y en el camino real se formaba un río torrentoso.
      —¿Será una niega? —se preguntó Remigia, dudando por vez primera.
      Pero cerró la puerta y entró. Ella tenía fe; una fe inagotable, más que lo que había sido la sequía, más que lo sería la lluvia. Por dentro, su bohío estaba tan mojado como por fuera. El muchacho se encogía en el catre, rehuyendo las goteras.
      A medianoche la despertó un golpe en una esquina de la vivienda. Se fue a levantar, pero sintió agua hasta casi las rodillas. Bramaba afuera el viento. El agua batía contra los setos del bohío.
      ¡Ay de la noche horrible, de la noche anegada! Venía el agua en golpes; venía y todo lo cundía, todo lo ahogaba. Restalló otro relámpago, y el trueno desgajó pedazos de oscuro cielo.
      Remigia sintió miedo.
      —¡Virgen Santísima! —clamó—. ¡Virgen Santísima, ayúdame!
      Pero no era negocio de la Virgen, ni de Dios, sino de las ánimas, que allá arriba gritaban:
      —¡Ya va medio peso de agua! ¡Ya va medio peso!
***
      Cuando sintió el bohío torcerse por los torrentes, Remigia desistió de esperar y levantó al nieto. Se lo pegó al pecho; lo apretó, febril; luchó con el agua que le impedía caminar; empujó, como pudo, la puerta y se echó afuera. A la cintura llevaba el agua; y caminaba, caminaba. No sabía adónde iba. El terrible viento le destrenzaba el cabello, los relámpagos verdeaban en la distancia. El agua crecía, crecía. Levantó más al nieto. Después tropezó y tornó a pararse. Seguía sujetando al niño y gritando:
      —¡Virgen Santísima, Virgen Santísima!
      Se llevaba el viento su voz y la esparcía sobre la gran llanura líquida.
      —¡Virgen Santísima, Virgen Santísima!
      Su falda flotaba. Ella rodaba, rodaba. Sintió que algo le sujetaba el cabello, que le amarraban la cabeza. Pensó:
      —En cuanto esto pase siembro batata.
      Veía el maíz metido bajo el agua sucia. Hincaba las uñas en el pecho del nieto.
      —¡Virgen Santísima!
      Seguía ululando el viento, y el trueno rompía los cielos. Se le quedó el cabello enredado en un tronco espinoso. El agua corría hacia abajo, hacia abajo, arrastrando bohíos y troncos. Las ánimas gritaban, enloquecidas:
      —¡Todavía falta; todavía falta! ¡Son dos pesos, dos pesos de agua! ¡Son dos pesos de agua!

Juan Bosch (República Dominicana, 1909-2001)

La Mujer
(Cuentos escritos antes del exilio, 1975) 

La carretera está muerta. Nadie ni nada la resucitará. Larga, infinitamente larga, ni en la piel gris se la ve vida. El sol la mató; el sol de acero, de tan candente al rojo, un rojo que se hizo blanco, y sigue ahí, sobre el —lomo de la carretera.
Resultado de imagen para silueta de mujer triste       Debe hacer muchos siglos de su muerte. La desenterraron hombres con picos y palas. Cantaban y picaban; algunos había, sin embargo, que ni cantaban ni picaban Fue muy largo todo aquello. Se veía que venían de lejos: sudaban, hedían. De tarde el acero blanco se volvía rojo; entonces en los ojos de los hombres que desenterraban la carretera se agitaba una hoguera pequeñita. detrás de las pupilas.
       La muerta atravesaba sabanas y lomas y los vientos traían polvo sobre ella. Después aquel polvo murió también y se posó en la piel gris.
       A los lados hay arbustos espinosos. Muchas veces la vista se enferma de tanta amplitud. Pero las planicies están peladas. Pajonales, a distancia. Tal vez aves rapaces coronen cactos. Y los cactos están allá, más lejos, embutidos en el acero blanco.
       También hay bohíos, casi todos bajos y hechos con barro. algunos están pintados de blanco y no se ven bajo el sol. Sólo se destaca el techo grueso, seco, ansioso de quemarse día a día. Las canas dieron esas techumbres por las que nunca rueda agua.
       La carretera muerta, totalmente muerta, está ahí, desenterrada, gris. La mujer se veía, primero, como un punto negro, después, como una piedra que hubieran dejado sobre la momia larga. Estaba allí tirada sin que la brisa le moviera los harapos. No la quemaba el sol; tan sólo sentía dolor por los gritos del niño. El niño era de bronce, pequeñín, con los ojos llenos de luz, y se agarraba a la madre tratando de tirar de ella con sus manecitas. Pronto iba la carretera a quemar el cuerpo, las rodillas por lo menos, de aquella criatura desnuda y gritona.
       La casa estaba allí cerca, pero no podía verse.
       A medida que se avanzaba crecía aquello que parecía una piedra tirada en medio de la gran carretera muerta. Crecía, y Quico se dijo: Un becerro, sin duda, estropeado por auto.
       Tendió la vista: la planicie, la sabana. Una colina lejana, con pajonales, como si fuera esa colina sólo un montoncito de arena apilada por los vientos. El cauce de un río; las fauces secas de la tierra que tuvo agua mil años antes de hoy. Se resquebrajaba la planicie dorada bajo el pesado acero transparente. Y los cactos, los cactos coronados de aves rapaces.
       Más cerca ya, Quico vió que era persona. Oyó distintamente los gritos del niño.
       El marido le había pegado. Por la única habitación del bohío. caliente como horno, la persiguió, tirándola de los cabellos y machacándole la cabeza a puñetazos.

      —¡Hija de mala madre! ¡Hija de mala madre! ¡Te voy a matar como a una perra, desvergonzada!
       —Pero si nadie pasó, Chepe: nadie pasó —— quería ella explicar.
       —¿Qué no? ¡Ahora verás! Y volvía a golpearla.
       El niño se agarraba a las piernas de su papá, no sabía hablar aún y pretendía evitarlo. El veía la mujer sangrando por la nariz. La sangre no le daba miedo, no, solamente deseos de llorar, de gritar mucho. De seguro mami moriría si seguía sangrando.
       Todo fue porque la mujer no vendió la leche de cabra, como él se lo mandara; al volver de las lomas, cuatro días después, no halló el dinero. Ella contó que se había cortado la leche; la verdad es que la bebió el niño. Prefirió no tener unas monedas a que la criatura sufriera hambre tanto tiempo.
       Le dijo después que se marchara tanto tiempo.
       —¡Te mataré si vuelves a esta casa!
       La mujer estaba tirada en el piso de tierra ¡sangraba mucho y nada oía. Chepe, frenético, la arrastró hasta la carretera. Y se quedó allí, como muerta, sobre el lomo de la gran momia.
       Quico tenía agua para dos días más de camino, pero la gastó en rociar la frente de la mujer. La llevó hasta el bohío, dándole el brazo, y pensó en romper su camisa listada para limpiarla de sangre.
       Chepe entró por el patio.
       —¡Te dije que no quería verte más aquí, condenada !
       Parece que no había visto al extraño. Aquel acero blanco, transparente, le había vuelto fiera, de seguro. El pelo era estopa y las córneas estaban rojas.
       Quico le llamó la atención; pero él, medioloco, amenazó de nuevo a su víctima. Iba a pegarla ya. Entonces fué cuando se entabló la lucha entre los dos hombres.
       El niño pequeñín, pequeñín, comenzó a gritar otra vez; ahora se envolvía en la falda de su mamá.
       La lucha era silenciosa. No decían palabra. Sólo se oían los gritos del muchacho y las pisadas violentas.
       La mujer vió cómo Quico ahogaba a Chepe: tenía los dedos engarfiados en el pescuezo de su marido. Este comenzó por cerrar los ojos; abría la boca y le subía la sangre al rostro.
       Ella no supo qué sucedió, pero cerca, junto a la puerta, estaba la piedra; una piedra como lava, rugosa, casi negra, pesada. Sintió que le nacía una fuerza brutal. La alzó.
       Sonó seco el golpe. Quico soltó el pescuezo del otro, luego dobló las rodillas, después abrió los brazos con amplitud y cayó de espaldas, sin quejarse, sin hacer un esfuerzo.
       La tierra del piso absorbía aquella sangre tan roja, tan abundante. Chepe veía la luz brillar en ella.
       La mujer tenía las manos crispadas sobre la cara, todo el pelo suelto y los ojos pugnando por saltar. Corrió. Sentía flojedad en las coyunturas. Quería ver si alguien venía. Pero sobre la gran carretera muerta, totalmente muerta, sólo estaba el sol que la mató. Allá, al final de la planicie, la colina de arenas que amontonaron los vientos. Y cactos embutidos en el acero.

sábado, 23 de septiembre de 2017

POR QUE SE PRODUCEN LOS TERREMOTOS

Según en qué lugar del planeta vivas estarás más o menos acostumbrado a los terremotos. Mientras que algunos conocen los terremotos por haberlos vivido en alguna ocasión o incluso habitualmente, otros solo saben de los terremotos por las noticias de la televisión. Explicamos por qué se producen los terremotos.
Resultado de imagen para terremoto en mexico1. ¿Cómo se produce un terremoto? La corteza terrestre está formada por placas tectónicas que se mueven constantemente aunque no lo notemos. Sin embargo, hay lugares donde esas placas encuentran algún obstáculo en su movimiento y al chocar es cuando se produce el terremoto, que también se puede llamar sismo o seísmo. Este es el terremoto tectónico, que es el más habitual, aunque también puede haber un terremoto volcánico.
2. ¿Qué es una falla? El lugar clave donde se produce el terremoto es la falla, que es una especie de grieta en la corteza terrestre y en donde terminan chocando las placas tectónicas. Hay fallas activas que tienen más riesgo de producir terremotos y hay otras fallas inactivas donde rara vez se nota algún sismo. La falla más conocida es la de San Andrés en California (EEUU) donde los terremotos son un fenómeno habitual.
3. ¿Cuántos terremotos hay en el mundo? Aunque al año puede haber más de 300.000 terremotos en todo el mundo, solo unos pocos tienen la intensidad suficiente como que los podamos notar. Las consecuencias de los terremotos varían en función de su intensidad llegando a ser uno de los fenómenos naturales más devastadores. La magnitud de un terremoto se mide en la Escala Ritcher, que es lo que mide la energía que se libera con el choque de las placas.
4. ¿Por qué hay más terremotos en unos países que en otros? Un gran porcentaje de terremotos se produce en las zonas bañadas por el Pacífico, desde Japón o Indonesia llegando hasta la costa del continente americano. No solo California tiene mucho riesgo de sismos, sino también lugares como México, Chile o Perú. Hay que recordar que un terremoto no es un fenómeno que se pueda prevenir, pero las zonas que están habituadas a los sismos suelen tener protocolos de actuación para proteger a las personas.
5. ¿Puede haber un terremoto en el mar? Sí. Muchas veces los terremotos se producen en alguna falla bañada por el mar. Su onda de expansión genera olas gigantescas que se llaman tsunamis. Cuando un tsunami llega hasta alguna costa, sus consecuencias pueden ser devastadoras.
Fuente: guiainfantil.com

martes, 22 de agosto de 2017

Mentiras piadosas


Dr. Rafael Molina Morillo, director de El Día. Rafael Molina Morillo
Cuando deseamos “quedar bien” con alguna persona de nuestro afecto, a quien podríamos haber ofendido involuntariamente, recurrimos a ese inefable instrumento conocido como la “mentira piadosa”.
Entre escritores, artistas y periodistas son frecuentes las ocurrencias de este tipo. “Me gustó mucho tu último libro”, “Tu actuación en esa obra de teatro fue estupenda”, “Estoy completamente de acuerdo con el análisis político que hiciste”, y así por el estilo.
Lo malo de todo esto es que, aún sabiendo que lo que se nos dice no es verdad, lo aceptamos, lo disfrutamos y hasta lo agradecemos como si fuera la pura verdad.
¡Y lo grande es que, cuando me toca, hasta yo mismo me lo creo!
Vayan, pues, mis sinceras manifestaciones de agradecimiento para todos aquellos que, con verdades auténticas o mentiras piadosas, me han animado durante las últimas semanas, mientras he convalecido de algunos quebrantos de salud que osaron privar temporalmente a mis queridos lectores del placer de leer mis “Buenos Días” (dicho así para terminar con otra “mentira piadosa”).

martes, 28 de marzo de 2017

Tomado de "Mis Buenos Días"

Rafael Molina Morillo

¡La felicidad te mantiene dulce!
¡Los juicios te mantienen fuerte!

¡Los dolores te mantienen humano!

¡El fracaso te mantiene humilde!
¡El éxito te mantiene brillante!
Pero sólo la fe te mantiene en marcha.

Si la riqueza es el secreto de la felicidad, los ricos deberían estar bailando por las calles.
Pero sólo los niños pobres hacen eso.

Si el poder garantiza la seguridad, las VIP deberían caminar sin guardaespaldas.
Pero solo aquelllos que viven humildemente sueñan tranquilos.

Si la belleza y la fama atraen las relaciones ideales, las celebridades deberían tener los mejores matrimonios.

Vive humildemente, camina humildemente y ama con el corazón.

viernes, 10 de marzo de 2017

Hallan estatua de Ramsés II, el faraón vinculado al relato del Éxodo

Una misión conjunta de egiptólogos egipcios y alemanes halló dos estatuas de reyes faraónicos de la dinastía XIX en una excavación de El Cairo, informó el Ministerio de Antigüedades.
Una de las estatuas, que se cree que es de Ramsés II, fue hallada rota en grandes trozos de cuarcita y mide en total unos 8 metros, según informó el presidente del sector de Antigüedades egipcias, Mahmud Afifi.

La otra pieza es la parte superior de una estatua en tamaño natural del rey Seti I, hijo de Ramses I y segundo faraón de su citada dinastía, hecha de caliza y mide alrededor de 80 centímetros.
El hallazgo tuvo lugar en la zona arqueológica de Ain Shams, alrededor de los restos del templo de Remsés II en la antigua ciudad de Heliópolis, que ahora es un barrio de la capital egipcia.
El jefe de la misión egipcia, Ayman Ashmaui, indicó que las excavaciones y las investigaciones continúan en búsqueda de las demás partes para corroborar la identidad de la estatua de mayor tamaño, puesto que la parte encontrada no tiene epigrafía que indique a quien pertenece.
Sin embargo, los arqueólogos creen que podría ser de Ramsés II por el hecho de que fue descubierto enfrente de la puerta de su templo.
Ramsés II fue el faraón más poderoso y famoso de Egipto. Gobernó entre los años 1279 y 1213 de nuestra era. Algunos investigadores consideran que fue el faraón cuyo nombre está vinculado al relato del éxodo del pueblo israelita. Ramsés II encabezó varias campañas militares y extendió los límites del Imperio Egipcio desde Siria en el este hasta Nubia en el sur.
El ministro de Antigüedades, Jaled Al Anani, dijo que la estatua se trasladará al nuevo Museo Egipcio para ser restaurada y expuesta en lugar que se inaugurará parcialmente en 2018. Tomado de Aurora

jueves, 9 de marzo de 2017

A TI MUJER

Por Luis López 08/03/2017
Tú naces en una primavera
Como un rayo de luz que cubre la oscuridad
Como un brillo que se esparce por doquier
Tu simiente es tan solo bondad

Admiro la energía dentro de tu ser
Amor, pasión, perdón y verdad es tu cuerpo de mujer
Tu cuerpo de verano que Dios pudo proveer
Contigo mujer, no podré entristecer

De tu vientre emerge la vida
Eres la propia naturaleza concebida
Donde el mismo Dios, vio el concepto de la vida
Como tu mujer, universo otoñal

Al emerger de ti la vida, escoge tu espacio
En tu regazo veo mi cálido hogar
Tus dotes de madre aprecio

Como cada invierno ve su primavera llegar

lunes, 27 de febrero de 2017

LOS CAMBIOS EN NUESTRO COMPORTAMIENTO

A finales del año 1877 siete personas llegaron al punto al que hoy y desde esa fecha se le llama Jaquimeyes, zona que contaba y cuenta con un renovable bosque seco, un rico y hermoso mar, una preciosa laguna, un punto de aves migratorias y una loma que albergaba madera y recursos naturales para la subsistencia de varias generaciones.

Los manglares que formaban un cordón, con el que la naturaleza premio a la zona, un filtro para el control de la salinidad que junto al incesante aire que soplaba desde su simiente el esplendoroso mar, el que evitaba que esas bondadosas tierras pierdan el regalo de producir alimentos sanos para aquel que con sus manos prodigiosas la transforman en espacio apto para compartir como una sociedad de seres con principios y conceptos claros de personas razonables y respetuosas.

Lo que para algunos pudo ser una desgracia, para otros era una bendición, las tradicionales crecientes del Yaque majestuoso e indomable, sus aguas vertidas en estas tierras era una especie de suero que magicamente cada ciertas épocas del año recorrían la superficie y se introducían por debajo de su capa vegetal para diluir las cercanas aguas marinas, las que pudieran desplazar el dulce liquido sagrado.

Las aguas que periódicamente se vertían en nuestras tierras, depositaban semillas de arboles frutales, comestibles y otras especies que podían usar en la cotidianidad de sus vidas productivas y familiar, además de abonar la capa vegetal. Era un regalo, las especies de agua dulce se esparcían en varios puntos de la zona, la productividad en las lagunas de Sierra y Rincón, el Desvío, entre otros mantenían la alimentaron de muchos pueblos de la zona.

Las aguas vertidas, solo se estancaban en algunos puntos donde la producción de peces y algunas otras especies se mantenían, pero el desplazamiento era normal, nuestro suelo no acumulaba agua, la dirección
por donde se desplazaba se mantenía, sabiendo todos que los productos dependerían de esto, se respetaba.

Cuando se construye la carretera, esos puntos fueron resaltados, pues se introdujeron tubos y pequeños puentes para salvaguardar nuestras tierras y nuestras casas. El ciclón David y la tormenta Federico dejo daños permanentes en nuestra zona.

La deforestacion en las lomas de San Juan y otras zonas del área no pudieron retener las grandes precipitaciones que provocaron grandes erosiones, y esto dejo varios pies de sedimentos en nuestras tierras; la gran inundación del 48 no dejo estragos de sedimentos, gracias a que las lomas conservaban sus arboles, todavía la fiebre del comercio del carbón estaba en su etapa mas baja.


jueves, 23 de febrero de 2017

JAQUIMEYES: Encuentran hombre ahorcado en su residencia

www.ecosdelsur.net

Por Edgar Heredia.-
edgarherediard@hotmail.com.-

Barahona.-Un hombre de unos 60 años de edad fue encontrado ahorcado en su residencia en el municipio de Jaquimeyes por razones que aún se desconocen.

Los residentes de esta comunidad identificaron al hoy occiso como Manuel Ferreras quien residía en la calle Sánchez próximo al parque municipal de esa comunidad, el mismo se dedicaba a las labores de tractorista.

Según indicaron, Ferreras fue encontrada por su esposa a las nueve de la mañana colgado en el techo de sala de su residencia, permaneciendo por más de una hora a la espera de las autoridades de la Dirección Regional Sur de la Policía Nacional y la el Ministerio Publico de Barahona.

Hasta el momento se desconocen las reales causas que pudieron llevar a Manuel Ferreras a tomar esta decisión o si otras personas tuvieron que ver con este hecho.

“Despierta Barahona despierta”

Por Sandy Manuel Matos 2004

Despierta Barahona despierta
Que el futuro te está acechando
Y los primeros rayos de sol
Tus playas están coqueteando

Despierta Barahona despierta
Y dile a Vicente Noble
Que sus plátanos el Yaque del sur
Con sus aguas les mojen

Despierta Barahona despierta
Que desde Quita Coraza hasta Fondo Negro
Las montañas están clamando
El despertar de mi pueblo

Despierta Barahona despierta
Que Las Minas y toda la zona
Inviten a Arroyo Grande
A la zurza de Canoa

Despierta Barahona despierta
De los puentes ven bajando
Y detente en la Bombita
Que los morenos gaga están bailando

Despierta Barahona despierta
Detente en Jaquimeyes
Tierra de laguna, playa andina
Puerto Alejandro y gente alegre

Despierta Barahona despierta
Que Palo Alto esta vigilante
Al igual que sus palmeras
Para que el sur eche pa´lante

Despierta Barahona despierta
Mira a Fundación
Tierra prospera y ganadera
Solidaria y de admiración

Despierta Barahona despierta
Que desde la Altagracia al Algodón
Para que comamos bicuite
Trabajan de sol a sol

Despierta Barahona despierta
Que desde Pescadería a Hato Viejo
Me convidaron a comer camarones
En la Hoya  y Habanero Cangrejo

Despierta Barahona despierta
Que El Peñón se va a levantar
Tienen listos los chinchorros
Para en el rincón pescar

Despierta Barahona despierta
Por las calles de Cabral
Vienen sonando los fuetes
Que sus cachuas nos dan

Despierta Barahona despierta
Y en Polo toma café
Detente en su magnetismo
Que nos hace caminar al revés

Despierta Barahona despierta
Que La Lista y Cachón
Con sus sillas de paja
Rescatan nuestro folklore

Despierta Barahona despierta
Que tu puerto y el malecón
Al  igual que la playita
Divisan un futuro mejor

Despierta Barahona despierta
Que playa Saladilla y el Quemaito
Son ejemplo de la creación
Del paraíso bendito

Despierta Barahona despierta
Que quiero ver el amanecer
en la Playa de los Patos
y el bello San Rafael

Despierta Barahona despierta
Que Cienaga y Bahoruco
Al igual que el larimar
Dan a la zona su truco

Despierta Barahona despierta
Y que no se queden sin mención
La hermosura de Paraíso
Ojeda y Caletón

Despierta Barahona despierta
Que las Tres Bocas y Enriquillo
De nuestro sur fecundo
Le han dado su brillo

Y ahora que estas despierta
Gritemos a todo pulmón
Que esta tierra es inspirada

En la creación del señor!