sábado, 8 de octubre de 2011

PROMESAS A LA VIRGEN DE LA ALTAGRACIA

A partir de diciembre se iniciaba la coordinación del viaje para Higuey, era un compromiso que no se podía obviar, había que cumplir, agradecer y ofrendar a la Virgen de la Altagracia en la misma Basílica, eso era sagrado y con los Santos no se regatea.

El Viacrucis era de toda la región, se empezaba a contactar el transporte, sin nunca olvidar la guagua de Gracioso, desde temprano, porque eran muchas las personas que tenían que ir a pagar sus promesas a la Virgen. Por haberse restablecido de una grave enfermedad, salvarse a tablita de un accidente, una caída peligrosa, el parto difícil, la buena cosecha, el sueño malo con un hijo, un hermano o un compadre; eran motivos obligados para ofrendar a la madre del creador.

Desde temprana horas de la madrugada del 21 de enero se podía oír el murmullo de las personas que habían logrado un espacio en el vehículo que lo transportaría a la provincia de la Altagracia, algunos con los objetos ofrendados, otras con rosario y un paño en la cabeza o la cara cubierta con una mantilla negra o blanca.

Era notorio ver a las mujeres con un vestido que se mandaban a hacer con una tela específica, entre los principales colores destacaban el blanco, azul cielo, amarillo claro etc.

Resultaba en muchas ocasiones que el niño tenia que ir al viacrucis, era parte de la promesa, pero no tenia ni un pantalón ni unos zapatos con condiciones, entonces se recurría al primo para que le prestara estas prendas, podía suceder igual con las niñas.

Mi madre era muy devota a las promesas, recuerdo las chinas muy dulce y un vaso rojo y otro verde de un caucho duro que nos trajo en uno de esos viajes, era el rojo mi favorito para beber leche, no recuerdo si ese vaso se desvaneció con el tiempo, de lo tanto que duro; eso mismo hacían los demás viajantes, traer un recuerdo a los hijos o a un familiar.

Los muchachos que participaban en estos viajes, a su regreso se le reflejaba una alegría pública, era contado el muchacho que apenas podía ser llevado a Barahona o mas sencillo montarse en una bicicleta, ese muchacho se sentía super porque logró montarse en un vehículo de cuatro ruedas, paso por la capital, fue a un pueblo lejano y pudo beber refresco de botella que en esos tiempos eran muelas de gallina.

En nuestro pueblo teníamos un grupo de mujeres y hombres que eran fieles seguidores de este tipo de cultura, tanto visitaban la Virgen como a los brujos en San Juan.

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