Jcmalone01@aol.com para listindiario
Con 24 años Jeff, se reserva el apellido, le debe $40.000 al banco por sus estudios universitarios, lleva dos años graduado y desempleado. “Mi crédito educativo es una hipoteca sobre mi futuro, mis padres tardaron 30 años en pagar la hipoteca de $45 mil para comprar la casa donde nací”, comentó. “Cuando termine de pagarla”, añade, “tendré 54 años y habré trabajado tres décadas para el banco, esto debe cambiar”, dice.
Los “privilegiados” como él, estudiaron para llevarle dinero al banco toda la vida. “Cuando me invitaron por Facebook, ni lo pensé, tomé algunas cosas y aquí estoy”, vino de un pueblecito de Iowa. Entrevisté a Jeff en Zuccotti Park, renombrado Plaza de la Libertad, el cuartel general de la Ocupación de Wall Street en Manhattan.
Está lleno de desempleados, desamparados, desalojados y todo el que tenga una piedra que tirar o queja que expresar. Es la meca actual del descontento universal, lleno de personas de todas las edades, razas y nacionalidades, bajo banderas estadounidenses dominicanas, puertorriqueñas, mexicanas, venezolanas y de otras naciones. Esto se repite de manera diferente o similar en casi mil ciudades de unos 90 países.
Porque vivimos tiempos parecidos al antecedente de la Revolución Francesa. Aquí un puñito de banqueros especuladores viven como reyes con “bonos” multimillonarios, mientras al 99 por ciento de los neoyorquinos nos comen las chinches. El 58 por ciento del crecimiento económico de los últimos 30 años lo controla el uno por ciento de la población.
La proporción es mucho peor en muchas partes, completando ese aire de siglo XVIII, Guantánamo es nuestra Bastilla moderna.Todo resulta en extermo indignante.
Cambia el clima, las placas tectónicas, el planeta está cambiando, nuestro sistema de distribución de riquezas, vigente desde mucho antes de que nuestros bisabuelos fueran bisnietos, también debe cambiar.
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