EL GENOCIDIO.- La gente olvida, y pronto. La histeria ahora es por la sentencia del Tribunal Constitucional, pero mucho antes República Dominicana ya era denunciada en el exterior y amenazada con todos los males posibles si sus autoridades no tomaban las medidas que los inquisidores consideraban oportunas, necesarias, pero sobre todo obligatorias. Y siempre a causa de los haitianos. No hace tanto para no recordarlo que el “genocidio civil” era consecuencia de unos veinte y tantos miles de expedientes que a juicio de un miembro de la Junta Central Electoral se habían detectado en las Oficialías de Estado Civil. Ese can duró semanas o meses hasta que se resolvió de manera indirecta. Cuando una comisión de la Cámara de Diputados indagó sobre las diferencias entre los altos cargos del organismo, ese asunto fue investigado, y como era de suponer, era una de las tantas fábulas. No hubo consecuencia para nadie: ni para los denunciantes ni para los denunciados, solo que ya no se volvió a hablar del tema. Muchas veces, o todas las veces, la irresponsabilidad se premia con el silencio…
LOS CURAS.- Si se hace buena memoria se tendrá que antes del problema de las actas de las Oficialías de Estado Civil, las denuncias en el exterior eran por las condiciones del batey, que eran deprimentes, y el trato de esclavo a los haitianos que trabajaban en el ingenio cortando caña. El padre Christopher Hertley ya es casi un fantasma, pero en ese tiempo fue un personaje de primer rango. Conocedor de la historia del Padre Las Casas, quiso ser su émulo. Solo que su afán fue más allá de lo debido, predicó un evangelio de odio, y hasta la Iglesia se sintió obligada a retirarle su amparo. Todavía anda por el mundo con el eco de sus maldades. ¿Y qué decir del otro padre, el inefable Pierre Riquoy, que se dedicó a reconocer como suyos innumerables niños haitianos, y cuya finalidad era de que de alguna manera terminaran siendo dominicanos? Supónganse: un cura con muchos hijos. En ambos casos eran extranjeros que se servían de la sotana para afectar la imagen del país, pues sus hazañas repercutían en el exterior…
LA ESCLAVITUD.- Los problemas han existido, y debieron haberse solucionado hace tiempo. Pero está visto que República Dominicana tiene atrasos, incluso por estos días se habla mucho –a nivel de gobierno-- de la deuda social y de invertir más en la gente. Las luchas, por tanto, eran justas y necesarias. Lo que no se explica, ni antes ni ahora, es porqué se pone en primer plano dañar el país. Lo del fallo del Tribunal Constitucional fue a la OEA, sin resultados, pero lo de las actas de las Oficialías de Estado Civil llegó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos de Costa Rica, donde ya la República había sido condenada por negar papeles a una presunta dominicana. Pues bien. Cuando la acusación era de esclavista, no solo se hicieron denuncias en la OIT, Ginebra, Suiza, sino que además se repartieron afiches alusivos a la situación en que se ofertaba la media isla como destino turístico. Una cosa no tenía que ver con la otra, pero en todo caso sí afectaba la imagen y la reputación de la nación dominicana…
LA ACOGIDA.- Estos hechos deben ser subrayados, resaltados, puestos en negritas, pues en la defensa de los haitianos que se consideran dominicanos no hay humanidad o corrección política, sino perversidad. ¿Cómo se explica que quieran dañar el país en su conjunto y no a los responsables de la situación? Aunque además de mala leche, hay ignorancia, como es el caso del premio Nobel Mario Vargas Llosa. ¿Cómo puede asociar a República Dominicana con prácticas nazistas, si éste fue de los pocos países que dio acogida a los judíos perseguidos por Hitler? La prueba. En uno de los últimos libros publicados sobre el Fu¨hrer, El Oscuro Carisma de Hitler, del inglés Laurence Rees, se lee en la página 127 (de la edición española, 2013 ): “La conferencia de Évian…. De unos treinta países representados, solo República Dominicana ofreció la posibilidad de aceptar cantidades considerables de judíos…”. La nobleza dominicana de entonces, bajo un régimen de oprobio, no puede volverse infamia ahora que se vive en democracia…
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