viernes, 12 de octubre de 2012

Por José Gómez Nin


DE MIS MUERTOS FAVORITOS... ( 6 ).

Màximo Gòmez.

Al hombre Gòmez le cabe la gloria de que, siendo un anciano, libró tantas batallas como libertad e identidad al pueblo cubano. Soportó desde el principio los vejámenes con que son tratados los advenedizos, por lo que tuvo que ofrecer sus servicios como soldado raso y obviar su condición de oficial de las reservas dominicanas. Resistiò el dolor de ver muerto y mutilado a su hijo Francisco (Panchito) Gòmez Toro, cuando combatìa junto al Titàn de Bronce, Antonio Maceo y Grajales. ``El soldado va a la guerra a vencer o morir. No es justo que despuès de cortada la flor, luego la mutilen...``. ``Estos españoles, sabràn en lo adelante, quien es el viejo Gòmez...``!!!.

A sus 69 años ya se habìa glorificado en las batallas de El Crisol, Guantànamo, Camagüey, Palo Seco; Naranjo, Las Guàsimas, La Trocha de Jùcaro a Moròn, entre otras...

En su rancho de El Calabazar y a los pocos dìas de hacerles saber a las nuevas autoridades cubanas que no aceptaba la presidencia de esa naciòn, que no estaba de acuerdo con la intromisión de los Estados Unidos; si se habìa derramado tanta sangre precisamente en busca de la soberanìa y la libertad, apuntalando inclusive, que esa era una corona de espinas que impondrìan en su cabeza; el legendario se ausentò por algunos dìas. Comenzò a enfermar, y fue visitado por una comisiòn de los miembros oficiales de la revoluciòn cubana, ya enquistados en el nuevo Estado, incluyendo un mèdico. ``Gòmez se muere de hambre...``, expresò el galeno. ¡``¿Còmo...?``!, se exalta uno de los personeros. ¡``Pero... generalìsimo, si usted es quien maneja la cuenta de la revoluciòn... còmo es que se està dejando morir...``?. ¡``Usted lo ha dicho, la cuenta de la revoluciòn... no de Màximo Gòmez...``!. Acotò el hèroe. Y, a seguidas, se expresa: ``Ya la hamaca no me es còmoda. Siento una extraña sensación de dormir allà, en el prado, junto a los potros... ¡no se preocupen!, es que la tierra me està pidiendo incesantemente a su seno...``!.

Al otro dìa, 17 de junio de 1905, muriò quien Eugenio Deschamps definiò como la Resurrecciòn de la Epopeya.

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