DE MIS MUERTOS FAVORITOS... ( 4 ).
Juan Vicente Gòmez.
Nació el 24 de julio de 1857, en La Mulera, Tàchira, Venezuela. ``El Jombre de la Mulera...``, como le llamaba el burgo de manera subrepticia; ``El Caudillo de los Andes...``, era hijo dePedro Cornelio Gòmez García y de Hemenegilda Chacòn Alarcòn. Hombre de mucha proliferaciòn genètica, a quien se le conociò dos parejas oficiales, la primera Dionisia Gòmez Bello (siete hijos), y la segunda, Dolores Amelia Nùñez De Càceres (ocho hijos). Segùn registros, Gòmez tambièn fue padre entre 67 y 84 hijos ilegìtimos, muchos de los cuales recibieron puestos en la administraciòn pùblica, junto con algunos de sus hijos legìtimos, lo que le valiò de acusaciones de nepotismo. (Luis Felipe Mejìa, en su obra ``De Lilìs a Trujillo, califica a Gòmez como cruel, pero serio y austero en el manejo del Estado). Gòmez fue el mayor de una familia de doce hermanos, de quienes se hizo cargo a temprana edad, siendo Indalesia, Juan Crisòstomo y Regina, sus consentidos.
A la hora de su muerte, el 17 de diciembre de 1935, aquejado del mal de pròstata, Gòmez nunca mostrò arrepentimiento de haber llevado la paz y el progreso a Venezuela a travès de la polìtica de los grilletes. ``Nunca estuvo lejos la càrcel como en los tiempos de Gòmez``. Los castigos en las ergàstulas venezolanas eran la antesala del ``lago de fuego del infierno``. El gobierno, en sus veintisiete años ininterrumpidos, dejò de tener enemigos activos. Unos estaban en las càrceles, otros muertos.
Gòmez consideraba su muerte inminente, y encargò a su hermano Juan Crisòstomo Gòmez del gobierno. Èste no dejò de consultarle hasta el ùltimo suspiro. Gòmez gobernò despuès de muerto, pues Juan Crisostomo, a solicitud de su hermano, ganò tiempo para evitarle al general Eleazar Lòpez Contreras la coyuntura favorable de tomar el poder.
En su lecho, moribundo, el bagre venezolano recibe la visita de un cura de Maracai, a sugerencia y cuasi imposiciòn de Indalesia. El sacerdote le sugiere al gobernante que se arrepienta y pida perdòn, pero Gòmez lo sujeta por el cuello y lo aprieta, dispuesto quizàs a llevarse su ùltima vìctima, y, con su voz queda y autoritaria, le contesta: ``Y usted... por què no se lo sugiere al cabròn de su jefe... sì, el Papa mentao... to acomodao, viviendo de la corona que exhibe airoso... viviendo del màs pendejo sin trabajar...``; ¡làrguese...!.... ¡Regina!!!, le gritaba a una de sus ancianas hermanas. ¡Dime Juan Vicente...!, se apresura ella. Èl le responde: ``Te voy a dejà/ un encargo... este viejo va a morì/, ha hecho mucha ya... Venezuela vive en paz, los insurrectos estàn ya muerto/..., otros revoltoso/, estàn preso/...; si el gobierno se tambalea, por la salud de la Patria, que no quede un delincuente vivo en las càrceles...``.
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