Por Jose Gomez Nin
voluntad... Toda fuerza constituye salud, es la vida, toda debilidad viene a ser anemia que conduce a la muerte...``.``En casa del herrero, asador de palos``, reza un refràn popular no precisamente dominicano. Existe en todas partes del mundo donde el hombre no termina por alcanzar el desarrollo del raciocinio, por consiguiente, mucho menos, la conciencia social. No debe ser que le demos a Mauricio Duvergè, autor de ``Las Instituciones Polìticas``, el absoluto reconocimiento cuando argumenta que la democracia es un mito ideològico y que la misma solo encaja en las naciones altamente civilizadas. ¿Serà que para alcanzar esas luces tenemos que permitir un Estado ``pinchado`` compuesto de instituciones infuncionales...?. No, asì no se llega al desarrollo ni a la civilizaciòn, ya que lo prohibido es motivo de morbo y èste causa placer y ``seguidilla``. En la democracia, mitològica o real, es al gobierno como manejador del Estado a quien le compete ``pinchar`` , escuchando llamadas, escudriñando, ajustado a un protocolo institucional de ley que, aunque indelicado, constituye una de las pinceladas en materia de seguridad de cualquier Estado en el mundo.
En asuntos de seguridad del Estado, las entelequias no deben estar merodeando esos estamentos porque pertenezcan al partido oficial o porque se quedaron en ellos, y no les sirven al gobierno de turno, sino al que se fue. La seguridad del Estado es algo màs que polìtica y partidos. Es una instituciòn que, como el Estado mismo debe estar segura, fuerte, sin debilidades, sin asechanzas, ya que el Estado, de condiciones abstractas, pero dueño de la Constituciòn como Ley Sustantiva, desde los confines de la humanidad, es de creaciòn ipso facta para representar al pueblo y la salud de la Patria.
¿Le estàn tirando las palomas a las escopetas...?, o en cambio nuestros gobernantes han dejado por sus fueros una democracia irreal manejada por grupos particulares y no por el Estado?. Se nos cuela como agua entre los dedos ese contenido institucional que aquella posee. ¿Serà por proselitismos, por miedo a perder el voto...?. ¿Y què de la brecha digital que debemos cerrar en pos del progreso...?. ¿Se nos revierte en contra...?. ¿Funcionaba mejor, como me lo dicen mis memorias, aquella seguridad fìsica, de perfìl militar, de aptitud, la de las fichitas de cartòn en armadores y los radios de comunicaciòn con repetidoras que chillaban en los pasillos castrenses...?, aunque con un manejo lleno de respeto y buena fe de parte de los que, desde niños, fuimos inyectados con las orientaciones de la educaciòn cìvica, por amor a la bandera, al escudo, y, por ende, a nuestro Estado.
No nos convirtamos en un cazador cazado por culpa de una amarga tecnologìa que se ha salido de los lìmites del respeto, el orden y las buenas costumbres, sobre todo, en la educaciòn de los niños.
Volvamos a los caballos. Cabalguemos con tres jinetes indispensables: la autoridad, la sobriedad econòmica y el decoro pùblico y privado. Mirèmosno el ombligo inspiràndonos en nuestras raìces y el romanticismo de nuestra historia, que es la panacea màs barata que los gobiernos pudieren ofrecernos, a nosotros, los hombres y mujeres comunes y llanos de este paìs. Tendrà que seguir lloviendo sobre mojado, porque no dejarè de invocar a Màximo Gòmez y su concepciòn del Estado: ``El que gobierna y manda, debe tener mucho cuidado para no cometer ningùn acto de debilidad que menoscabe en sus manos la cantidad de poder que se le ha confiado. Tampoco debe ejecutar actos arbitrarios, pero, en ùltimo caso... es preferible un jefe arbitrario a uno dèbil, falto de caràcter. Los males que pueda producir el primero haràn daño a su persona, pero los trastornos causados por el segundo seràn siempre desastrosos, porque afectaràn el cuerpo social. A la sombra de una autoridad dèbil solo medran los osados, los atrevidos y delincuentes, y se ven desatendidos los virtuosos, los de espiritu manso, los hombres de buena voluntad... Toda fuerza constituye salud, es la vida, toda debilidad viene a ser anemia que conduce a la muerte...``.
Fuente: Raìces y memorias
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