Nueva York.- Rahmarley Grahan, un afroamericano de 18 años en El Bronx, echo
a correr cuando vio venir a un policía, el official lo persiguió. Rahmarley
llegó a su edificio, entró a su apartamento y siguió hacia el baño, el policía
tumbó la puerta, entró al baño. Mató a Rahmarley de un tiro en el pecho, estaba
desarmado, intentaba descargar una bolsita de marihuana por el inodoro. El
policía dijo estar “asustado” creyendo que Rahmarley “tenía una pistola”. Lo
descargaron.
Ocurrió en febrero del 2012, semanas antes de que George Zimmerman matara a
Tryvon Martin, un adolescente afroamericano en Samford, Florida. Zimmerman, un
vigilante voluntario con aspiraciones de ser policía, alegó que estaba
“asustado”. Lo descargaron.
En el octubre siguiente a las muertes de Rahmarley y Tryvon, Noel Polanco
conducía cerca del aeropuerto La Guardia, unos policías vestidos de civil le
ordenaron detenerse. Le ordenaron subir las manos, y sin darle tiempo a
despegarlas del volante, lo mataron de tres balazos. Era de origen dominicano,
soldado de la Guardia Nacional, estaba desarmado, el policía estaba “asustado”.
Lo descargaron.
Los valientes policías encargados de nuestra “seguridad”, “se asustan” ante
adolescentes latinos o afroamericanos desarmados. “Asustados”, los matan y ni
el empleo pierden, a Zimmerman hasta le devolvieron su pistola.
En el 2008, para salvar su campaña, el presidente Barack Obama se separó
públicamente de Jeremiah Wright, su pastor, por haber hecho unos comentarios
considerados “de radicales negros”.
Hace poco dijo “Yo no soy el presidente negro de la américa negra”.
Ante manifestaciones nacionales contra Zimmerman, Obama redescubrió su
negritud. Quejóse del mal trato que reciben los varones negros, “yo incluído”, y
dijo que Tryvon pudo haber sido el mismo hace 35 años.
La retórica política resulta insultante, detener los asesinatos impunes de
jóvenes latinos y afroamericanos es la prioridad nacional.
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