Por Jose Gomez Nin
Allà, por los años ya añejos de mi memoria laboral, el primer personaje que raya mi nostalgia es el de aquel hombre setentòn, orgulloso de ocupar un escritorio cuadrado, caoba centenaria, con un espacio donde colocaba su maquinilla Westinghouse, la que exhibìa como trofeo junto con sus cuarenta años en la entidad y el exiguo sueldo con que mantuvo sus siete hijos, algunos profesionales, porque ``Chucho``, otro dinosaurio que por los años se permite muchas cosas, lo ``reengancha`` cada veinticinco al momento de recibir sus rèditos. El nudo sin renovar de su corbata delataba la humildad y el olor a bolitas desinfectantes de los armarios de antaño. Usaba colonia de la època, sì, el agua de florida, y era de correcto hablar al dar consejos, sobre todo, aquellos apegados a la lealtad y a mirar de soslayo los golpes bajos de la alta jerarquìa institucional. ``Ellos estàn de paso... nosotros perduramos si nos portamos bien...``, mientras la rutina lo arrastraba encasillado por un camino temeroso al cambio, hasta la muerte. Casi siempre este señor era el archivo andante. Era y es quien conoce de manera empírica cada documento y ficha amarillentos en el local olvidado de archivadores muertos y atiborrados.
El mismo ritmo con orgullo lo llevaba una dama, entrada en años, pero que se los quitaba de diez en diez. Casi siempre fumaba con profusión, dejando en su cigarrillo el color rojo de su làpiz labial, y, a pesar de su bajo salario, se ufanaba de una clase de la que ``espontàneamente se separaba``. El mensajero, quien tambièn saca las fotocopias, es callado, pero no discreto, siente recelo de aquellos que èl piensa no deben mandarlo; presta dinero al mòdico veinte por ciento y lo hace de manera selectiva. Asì mismo, chóferes que hacen de todo, hasta cuidar y llevar al veterinario a los perros y gatos, conocedores ademàs de cada infidelidad, còmplices y confidentes de baja estofa en las altas instancias.
Existe ``doña Ramira``, que sabe que va de paso por ser tìa de la esposa del ministro o por alguna otra relaciòn filial, se autoriza a llevar los chismes a los corrillos y sabe màs de la cuenta de los amores furtivos entre jefes y subalternas y hasta entre subalternos y jefas. Se aprovecha de su condiciòn y apura el ocio mostrando mercancía femenina, desde cremas de belleza, hasta ropa interior, incluyendo panties y bracieres, los que mostraba y muestra con sorna y gracia con el mayor desparpajo.
A los encargados de departamentos, divisiones y secciones, no les preocupaba el uso de camisitas desgastadas con chalinas mal anudadas, pues no existìa la opulencia salarial y la subcultura de hoy. Muchos de ellos denotaban la escasez y llevaban la costumbre impuesta en su paso por el ejèrcito, lo que a diario repetìan con orgullo por su condiciòn de antìguos tenientes o capitanes de cuando La Era, era. (*). Existiò en las instituciones del pasado un tipo de hombre que traìa en su conciencia, de generaciòn en generaciòn, los rigores de la guerra y la austeridad duartiana, cuando la Junta Central Gubernativa le entregò al libertador mil pesos, con los que preparò la guarniciòn y despuès hizo lo que se conoce en la historia como ``Rendiciòn de Cuentas``. Esa es la simiente de la hoy ``Càmara de Cuentas``.
El desayuno y el almuerzo tiene su pùblico en una improvisada cocina-cafeterìa, casi siempre ``propiedad`` de un empleado que acreditaba y acredita para las quincenas o para el clàsico veinticinco de cada mes. El trabajo matutino siempre sufre retraso y es deficiente, porque fulano (a) o sutano (a) del personal de apoyo, se estàn desayunando, un desayuno que se prolonga hasta las diez y media, casi coincidiendo con los que corren rayando las doce meridiano atraídos por el olor del arroz blanco. La cuaja y los que se cabecean del sueño en sus respectivos cubículos se adiciona con el que se desaparece a dormir la siesta en algùn lugar recòndito del recinto, creando serios inconvenientes. Al concluir el jueves, se considera pre- fin de semana y ya desde el viernes y el lunes se siente el `tufo``, el olor a níspero de una resaca por un romo descompuesto, y el rendimiento se traslada a la nevera y a los constantes viajes al baño. Al lunes se agrega, por no decir siempre, que los ``buenos dìas`` no se responden, como no responde la debida eficiencia ni siquiera cuando el ciudadano va a la instituciòn a dejar sus impuestos. A esta costumbre indìgena no escapan los policìas. De doce meridiano a dos pasado meridiano, no vayas a buscar nada al palacio de la policìa. Fui testigo presencial en mis tiempos de servicio en ese cuerpo, donde en dichas horas las oficinas estàn cerradas y duermen todos, no importa el rango.
Esas fallas de antaño, son facilitadas, voluntaria o involuntariamente, quizás, por altos ejecutivos que tienen luz verde para retirarse a sus casas en dicha hora y regresan ``con la fresca``, cuando todos se han marchado, y es propicia la ocasiòn para recibir visitas y firmar o despachar ``asuntos administrativos``.
Cuando visitan niños, sobre todo los sábados, y esto casi siempre es parte del sector privado, ellos piensan que llegaron a un parque temático y no dejan de joder con los telèfonos y con los papeles organizados sobre el escritorio. El hijo del dueño tiene ìnfulas de que`` todo le hiede y nada le huele``, y, cuando llega con la familia, mostrando las canillitas sin calcetines por ser fin de semana, algunos ``se tiran de barrigas``entre la lambonerìa y el refunfuño de evitar perder sus puestos, mientras con disimulo el jefe de seguridad deja el claro para que pase desapercibido el incumplimiento de una parte del ``reglamento interno``.
Existe en esos lugares una ``plèyade`` de ``dones``por afiliaciòn, ejerciendo vanas atribuciones burocràticas. Ciertas doñas son màs complicadas, las cuales desempeñan exòticas funciones siempre apegadas al protocolo del dueño y su intimidad, porque ella fue ``reina`` en su juventud ``y todavìa conserva su belleza``, perteneciò a ``La Peña`` de un grupo selecto de los beneficiarios de la època; se hablaba siempre, y se habla, de la famosa ``cofradìa de Ranfis Trujillo``, creando un flujo que generò en queridas y maipiolas en toda la administraciòn, que, llegadas a viejas, no dejan de ser chaperonas y pìcaras en todas las actividades festivas de la empresa, incluyendo la navidad, donde aùn persiste como fenòmeno en nuestros dìas, y se les ve participar siempre de la mesa de honor.
* (Cuando La Era, era. Autor: Chino Ferreras).
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