Mientras vivas y respires no dejes que nadie te domine.
No des a otro lo que tienes, pues te arrepentirás y tendrás que pedirle favores.
Es preferible que tus hijos te supliquen, a que tú dependas de ellos.
En todo lo que hagas conserva el dominio, y no dejes que tu buen nombre se manche.
Cuando llegues al final de tus pocos días y tengas que morir, reparte tu herencia.
Eclesiástico 33 (20-24)
No hay comentarios:
Publicar un comentario