En el pueblo casi todos decían que era bruja, que salía para ir de noche a donde había niño recién nacido para chupárselo, tomando forma de gallina, guinea, pavo u otras aves. Narraban la historia de que en tal o cual lugar en la cuna o al lado de la misma amanecía un charco de sangre, el niño lucia lánguido, con los ojos y la mollera hundida, la mirada perdida, y sin indicio de cortadura o herida; esto era señal de que se lo estaba chupando una bruja.
Su hijo estaba pequeño, ella vivía en la casa de sus padres, esa señora nunca había visitado esta casa, eso era extraño, pero esa tarde llego y se sentó. Al poco rato su padre llega, este se acerca a una esquina de la casa murmura algo entre los dientes y sigue normal; al poco rato la señora se levanta y se dirige a la puerta para marcharse, pero extrañamente se devuelve y toma otra vez su asiento, y cada vez que trata de marcharse repite la misma escena, su padre sigue tranquilo como si nada, ella hace seña al padre para entender que pasa, el se pone el dedo índice derecho en la boca para indicarle que se calle.
Ella entiende lo que esta pasando y murmura al padre para que deje ir a la señora, este le responde que no, que el le iba a enseñar a respetar, se ira cuando el lo decida.
Ya retirándose la tarde se le acerca a la señora y le dice –“Mira coño, te voy a dejar ir, pero que sea la ultima vez que te vea por aquí merodeando, que si te vuelvo a encontrar te voy a dar una pela que te vas a ir a morir a tu casa”.
La señora se paro y se marcho sin mediar palabras.
-Eso fue una tarde como esta, que Dios guarde!
Estas palabras decía Sada cuando narraba una historia.