martes, 27 de mayo de 2014

La RD en New York Times

Orlando Gil
orlandogil@claro.net.do
@orlandogildice
EL TIMES.-  La nota  publicada por el New York Times la semana pasada sobre la aprobación de la Ley de Naturalización y sus implicaciones, no es que fuera  la más equilibrada, pero por lo menos  el autor se ocupó de consultar al embajador dominicano en Washington. Los hechos y el contraste de dos opiniones o posiciones. Sin embargo,  llama la atención que el periódico más importante del mundo estuviera atento al día a día de República Dominicana,  y que diera cuenta con premura de la aprobación del proyecto y las reacciones de los grupos interesados. No es la costumbre, ni lo usual. Mucho más que fue  una información propia y no tomada de una agencia de prensa. La cuestión, de eso ya no hay dudas, tiene un rango que los dominicanos nunca llegaron a sospechar, y no se puede negar que los promotores de la causa haitiana hicieron un trabajo con resultados que van más allá de sus conocidas potencialidades. Conviene decir que esa reseña fue la más  comentada en la edición de la fecha, y no por dominicanos ni haitianos, sino por norteamericanos...
LIETMOTIV.-   Es bueno  destacar dos aspectos de la nota de The New York Times, pues constituyen el  leitmotiv en todas las publicaciones en el extranjero después que el Ejecutivo envió el proyecto a las cámaras legislativas y estas lo aprobaron. El primero. Dice que “ el plan busca suavizar la crítica internacional luego de que el Tribunal Constitucional decidiera en septiembre pasadoÖ”. Esto es, lo que llevo dicho. No es que el gobierno dominicano fue justo, comprensivo, humanitario, sino que fue forzado por las circunstancias a reconocer  derechos que habían sido negados por la sentencia 168-13. Y ni siquiera lo  reivindican  como  Tamakún El Vengador, aquel personaje errante de las radionovelas cubanas de los años cuarenta o cincuenta del siglo pasado. No comete el atrevimiento de Le Nouvelliste de decir que el gobierno capituló, pero sí que hizo lo que fue su consigna de campaña: Arreglar lo que estuvo  mal hecho. Olvidando, o no sabiendo, que dicho fallo se vincula constitucionalmente con todos los poderes públicos...
LA CIFRA.- El segundo es el escenario de la refriega futura. Dice que “ las organizaciones  de los derechos humanos señalan que 200 mil personas podrían ser afectadas, mientras que el gobierno dice que el número es mucho más bajo, alrededor de 24 mil ”. ¿ Cuál será al final la cifra prevaleciente, la de 200 mil que nadie sabe de dónde sale, o la de 24 mil que la Junta Central Electoral tiene documentada ? El pleito, por lo que se ve, apenas está empezando. Las naciones, organismos,  grupos y medios no aceptarán solución a 24 mil casos, como tiene pensado el gobierno,  sino a 200 mil que habrá que buscar con lupa, a menos que se decida por el entre tó y en esas condiciones no se cuente. Como el cubano en Estados Unidos, desde que pisa territorio norteamericano tiene amparo. Así el haitiano, desde que diga que es descendiente de un bracero y que nació de este lado de la isla será dominicano, aunque reconozca como los santos mayores de su altar a Dessalines, Toussaint, Christophe y PËtion...
EL ESCUDO.-  El gobierno no supo pelear al principio pues tenía la sentencia 168-13 como una espada pendiendo sobre su cabeza, sin haber tenido arte ni parte en ese fallo. Entonces eran naturales  las dudas y complicada la estrategia, pues ¿ cómo poner distancia con algo a lo que estaba vinculado por mandato constitucional ? Ahora no. Ahora tiene su ley y no puede hacer otra cosa que respetarla, que defenderla, que hacerla ejecutoria. No importa lo que diga Le Nouvelliste, ni reseñe The New York Times, ni la vigilancia del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, ni las conclusiones del Caricom, ni las muchas reacciones que se producirán en cascada. La Ley recientemente aprobada y promulgada es su escudo, y sabrá sí como los espartanos, en sus guerra,  queda encima o debajo. Si triunfante o derrotado. Incluso, como ahora todo el regocijo lo dan las encuestas, estas fueron muy claras. Como dijera Fidel Castro de los marielitos: “ No los queremos, no los necesitamos ”...

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