jueves, 18 de abril de 2013

El Policía no tiene quien le escriba


Una sentencia injusta, cruel y afrentosa
César Medina
lobarnechea1@hotmail.com
Todo el mundo por aquí recuerda muy bien a Rolando Florián Féliz, aquel todopoderoso caballero que se erigió en amo y señor de la cárcel de Najayo, algo que también hizo a su paso por la penitenciaría de Monte Plata...
Para él, no había cárcel que escapara a su influencia, al poder de su dinero, a su prepotencia y altanería, a sus constantes desafíos a la autoridad.
Todos debemos recordar sus amenazas a un juez del primer grado en el Palacio de Justicia de Ciudad Nueva cuando le ordenó quitarse sus gafas oscuras en medio de una audiencia... 
¡Venga, quíteme usted los lentes...! Fue su respuesta desafiante. Luego: ¡Tú y yo nos vamos a ver cuando salga de la cárcel!
Por suerte para ese magistrado, Florián jamás salió de la cárcel... vivo. Porque murió en medio de otra de sus guapetonadas una noche borracho, en medio de una juerga en su suite de la cárcel de Najayo, después de todo un día de whisky, música, baile, mujeres... Algo que escapa a la comprensión lógica y que se podría inscribir en una historia de ficción. Pero ocurrió...
Así como se oye...
Florián Féliz vivía como un rey en la cárcel de Najayo. Nadie ha explicado nunca por qué. Y poca falta que hace... Pero allí disponía de una amplia área con varias habitaciones climatizadas, equipo completo de cocina, refrigeradores, camas confortables, moderno equipo de música, teléfono, computadora...

Gozaba de privilegios exagerados, a pesar de que estaba condenado a 20 años de prisión y tenía otros juicios pendientes en la Justicia, algunos de ellos con sangre de por medio.
Todos  los días de la semana recibía visitas de todo tipo. En particular mujeres que a veces pasaban todo el día con él...Y hasta la noche.
Aquel había sido uno de esos días... Tres botellas de whisky le parecieron insuficientes a Florián y sus acompañantes, cuando a eso de las 10:00 de la noche un “carcelero” le tocó la puerta y le pidió que terminara la fiesta y despachara a las visitantes.
Florián se insolentó e insultó al sargento, se fueron de palabras y el “recluso” peló por un filoso cuchillo que siempre portaba para librarse de todo mal... Hirió al suboficial que de inmediato pidió auxilio. 
Casi inmediatamente llegaron los refuerzos que intentaron sin éxito controlar la situación. Dicen los testigos que Florián estaba endemoniado; lanzó estocadas a diestra y siniestra y también hirió varias veces a un capitán al mando de la contingencia. 
¡Bang...bang...bang!
Sonaron tres tiros y Florián cayó gravemente herido. Había otros dos heridos, un sargento y el capitán Lino de Oca, quien logró sacar su pistola a tiempo para evitar que el recluso lo rematara a puñaladas, enfurecido como estaba.

Los tres heridos fueron llevados al hospital Pina, de San Cristóbal. Pero Florián llegó muerto... Al día siguiente el Listín dio un “palo histórico”, como decimos en periodismo, al publicar el suceso con todos sus detalles y fotos del cadáver. Ningún otro diario se enteró del acontecimiento para dar la noticia.
Al capitán Lino de Oca lo refirieron esa misma noche al hospital militar, donde curó de sus heridas... Pero a pesar de todas las evidencias que dejó el suceso, de los antecedentes que tenía la víctima como un recluso indisciplinado y agresivo, se levantó un expediente por “homicidio involuntario”.
Ayer el tribunal colegiado de San Cristóbal varió la calificación y halló culpable de “homicidio voluntario” al capitán Lino de Oca y lo condenó a ocho años de prisión y al pago de una indemnización de tres millones de pesos...
Una sentencia afrentosa que envía un mensaje incorrecto a la oficialidad policial.

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