Por José Gomez Nin
¡Y en mi caso de alma bohemia, influenciado por la cotidianidad y los encantos femeninos, ¿què podemos hacer con l@s haitian@s?.
Llegò el tan esperado viernes santo, mientras un haitiano en su ritual guindaba y sudaba como pollo al carbòn, la ronda de baile crece y mientras màs bailan màs crece, y de ahì parte el Gagà. ´´Ya el Gagà està borracho´´, comentan los transeúntes, ya salieron de sus lìmites. ´´Anita, viene para acà´´..., dijo mi padre. ¡Jesùs santìsimo...´´, ´´La sangre de Jesucristo los reprenda...´´, responde mi madre. ´´No te preocupes...´´, trata èl de calmarla, aunque no disimulaba el instinto de estar cerca del espectàculo alucinante. ´´Dame un peso que los voy a despachar´´, pero... a medida que se acercaban, los tambores y sonidos de bambù se nos metìan en la sangre. Haitianos con caras de diablos hacìan una coreografía impresionante. Cargaban algo parecido a un fogòn mòvil y se pasaban tenazas candentes por el cuello y partes íntimas de sus cuerpos.
¡Insólito...´´, pero emocionante, cautivador, cuando las hembras daban saltos y se dejaban caer impetuosas, para desde el suelo, mover con gracia sus cinturas africanas hasta levantarse lentamente con el mismo tongoneo y provocar la lìvido del màs frìo de los mortales. ¡´´Vàyanse ya...!´´, ¡´´Gracias por todo...!´´. Y se alejaron, dejando en mi alma y en la de mi progenitor la morbosidad encendida...
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