Cada pueblo, cada sociedad, cada nación, tiene el orígen para la celebración de algún hecho histórico, es lo que establece las normas de su cultura, lo que identifica el accionar de cada uno; sin una base fundamental de la cultura de origen, no podemos identificar a nuestros hermanos de raíz.
Podemos admirar, y por que no, las prácticas culturales de algunas naciones, esto es parte del intercambio y del acercamiento entre los pueblos, pero sin obviar sus propios orígenes. En cada componente orgánico e inorgánico, debe existir un punto de orígen con una identidad única e independiente.
La cultura es como nuestros propios hijos, no podemos sustituirlo por otro, si debemos mordearlo, formarlo y educarlo sobre nuestros principios, esto es la continuidad de lo que somos como raza y como pueblo. La grandeza esta sustentada sobre la defensa de todo aquello que fue parte de nuestra existencia, además, si no somos coherentes con nuestra identidad, seremos una metamorfosis de prácticas culturales.
El día de Acción de Gracias en América del Norte tiene sus orígenes en una mezcla de tradiciones europeas y aborígenes. En Europa, los festivales se llevaban a cabo antes y después de los ciclos de cosecha para agradecer por ella, y para cerebrar después del duro trabajo junto con el resto de la comunidad. Los nativos americanos también celebraban el final de la cosecha. Los europeos llegaron a América por primera vez, llevaron sus propias tradiciones, fiestas de la cosecha, desde su continente.
Los orígenes del día de Acción de Gracias en Canadá se remontan al siglo XVII, cuando los franceses llegaron a Nueva Francia con el explorador Samuel de Champlain y celebraron sus cosechas exitosas. Los Franceses de la zona solían tener fiestas al final de la temporada de las cosechas, incluso compartian sus alimentos con los aborígenes.
El 3 de octubre de 1863, abraham Lincoln, proclamó por carta al congreso, un día nacional de acción de gracias. El último jueves de noviembre, en esta proclamación de acción de gracias, dice que:
"anunciado en las Sagradas Escrituras y confirmado a través de la historia, que aquellas naciones que tiene al Señor como su Dios, son bendecidas. Pero nosotros nos hemos olvidado de Dios. Nos hemos olvidado de la mano que no preserva en paz, nos multiplica, enriquece y fortalece. Vanamente nos hemos imaginado, por medio del engaño de nuestros corazones, que todas estas bendiciones fueron producidas por alguna sabiduría superior y por nuestra virtuosidad. Me ha parecido, apropiado que Dios sea solemne, reverente y agradecidamente reconocido como en un corazón y una voz, por todos los americanos..."