La noche se había asomado, el pueblo se encontraba a obscura, en el firmamento las estrellas parpadeaban el brillo de sus luces tenues; las lámparas jumiadoras reflejaban sus débiles siluetas a través de las puertas abiertas de algunas casas, que iluminaban el frente como fantasmas revoloteando, donde a lo lejos se podían escuchar voces de niños jugando.
Esa noche compartíamos en la sala, una lámpara estacionada en una pantallita al lado de una de las aperturas de la ventana que comunicaba con el comedor parpadeaba tranquilamente la luz que bailaba al son de la suave brisa que desde la calle jugueteaba con la llama dentro del tubo, descubriendo entre silueta el rostros de los que allí conversaban de forma amena.
Mi novia y yo, cada uno en una mecedora, mi amigo y su esposa en otras, mi madre y un amigo que vivía con nosotros sentados cada uno en una silla, unos muebles tapizados de vinil color azul descansaban en una esquina y en la otra se encontraba una antigua butaca con otro mueble que hacían juego, en la pared que daba a la calle dos grandes diplomas de bachilleres graduados; entre historias, sucesos y jocosidades discurría la noche dentro de risotadas y frases algunas veces en serio.
Pasó un largo rato, de nuestro encuentro, cuando de repente algo semejante a un balón de goma pesada cayó sobre el zinc, con la particularidad que sonó como un golpe seco, como si alguien estrellara el balón sin soltarlo, porque todos esperábamos que diera otro golpe y rodara, pero en esos segundos de impacto no paso nada, como a los treinta segundo mi madre rompió el silencio diciendo "coño, murió fulano", todos nos miramos y compartimos la duda.
Arropados por la interrogante del suceso, seguimos conversando y una que otra vez subíamos la mirada hacia el zinc, la forma extraña del sonido nos perturbaba; pero como a los treinta minutos del suceso alguien toco la puerta y llamo a mi madre, esta responde y el visitante le dice: "acaban de llamar de la capital para informar que murió fulano", todos nos quedamos perplejos, y dentro de nosotros coincidimos con la interrogante, -"fue verdad o pura coincidencia".
Mi novia y yo, cada uno en una mecedora, mi amigo y su esposa en otras, mi madre y un amigo que vivía con nosotros sentados cada uno en una silla, unos muebles tapizados de vinil color azul descansaban en una esquina y en la otra se encontraba una antigua butaca con otro mueble que hacían juego, en la pared que daba a la calle dos grandes diplomas de bachilleres graduados; entre historias, sucesos y jocosidades discurría la noche dentro de risotadas y frases algunas veces en serio.
Pasó un largo rato, de nuestro encuentro, cuando de repente algo semejante a un balón de goma pesada cayó sobre el zinc, con la particularidad que sonó como un golpe seco, como si alguien estrellara el balón sin soltarlo, porque todos esperábamos que diera otro golpe y rodara, pero en esos segundos de impacto no paso nada, como a los treinta segundo mi madre rompió el silencio diciendo "coño, murió fulano", todos nos miramos y compartimos la duda.
Arropados por la interrogante del suceso, seguimos conversando y una que otra vez subíamos la mirada hacia el zinc, la forma extraña del sonido nos perturbaba; pero como a los treinta minutos del suceso alguien toco la puerta y llamo a mi madre, esta responde y el visitante le dice: "acaban de llamar de la capital para informar que murió fulano", todos nos quedamos perplejos, y dentro de nosotros coincidimos con la interrogante, -"fue verdad o pura coincidencia".
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