El domingo 22 llegaba el fin del
largo asueto, los jóvenes compartíamos en las calles, en las esquinas y en el
bar, era el último días para disfrutar y hablar de las vivencias y de lo que no
pudimos hacer esa semana santa; entre risas, bellaquerías y romances discurrió
la noche.
El lunes 23, bien temprano en la
mañana, la orilla de la autopista estaba repleta de personas con sacos y cajas
con víveres, pescados y otros cariños que le habían preparado para que no lo
compren tan caro en la capital. Algunos que otros vehículos pasaban con pocos
asientos disponibles, los que las personas con menos bultos aprovechaban para
su viaje a la capital; algunos minibus al ver la cantidad de personas,
aprovechaban y hacían el flete desde ese punto.
Así iba transcurriendo el día,
cada familiar despedía a sus seres queridos y amistades, con la promesa de
repetir lo mismo en la próxima semana santa; la alegría y el silencio ocupaban
las mentes de las personas del pueblo, aunque no hayan recibido visitas, pero
compartieron y pudieron dar un abrazo a personas de su generación que por lo
menos habían logrado otro nivel de vida.
Durante la mañana, noticias esporádicas
hablaban de protestas en el trayecto, pero los chóferes decían que se podía
transitar, después del medio día las cosas fueron tomando otro carácter, la
emisora Radio Enriquillo iba pasando noticias sobre enfrentamientos entre
manifestantes y militares en pueblos y comunidades de casi toda la región.
Vicente Noble en horas de la tarde estaba encendio, gomas quemadas, obstáculos
y humaredas ocupaban el pueblo, pudimos escuchar a través de la emisora a una
señora con mas de sesenta y cinco años decir al entrevistarla: _”Para que nos
mate el hambre, que nos mate una bala”.
La noche de ese 23 de abril fue
diferente, las estrellas se habían ocultado, el pueblo estaba sumergido en una
obscuridad casi absoluta, las tenues y palpitantes luces de las lámparas
jumiadoras apenas se descubrían entre las ranuras de las puertas o techos de
madera, la gente del pueblo estaban encerrados en sus casas, nerviosos por lo
que ocurría en el país.
La inconclusa noticia de esa
noche había desgarrado a la mayoría de la gente del pueblo, pero mas a los
jóvenes, él compartió como nunca ese largo asueto, su carisma y humildad habían
penetrado en el corazón de todos, ese lunes temprano junto a un grupo de amigos
estudiantes lo vimos partir a la capital, de donde luego debía trasladarse a
santiago, estudiaba en esa provincia.
La incertidumbre nos arropaba,
solo escuchamos la noticia anunciando su muerte, pero ningún detalle, el
nerviosismo y las interrogantes nos carcomía a todos, incluso el acostumbrado
cielo azul estrellado había abierto un manto negro sobre el pueblo, la
visibilidad era increíblemente limitada.
A un lado de su casa, sus amigos
nos reunimos, al no tener una noticia acabada, todos pensamos que su muerte fue
fruto de la revuelta que estaba ocurriendo en todo el territorio nacional, ahí
planificamos como modo de protesta la quema de algunos neumáticos en la
autopista, unos de los compañeros estaba opuesto a hacer eso, argumentaba que
las balas hacían agujeros y sacaban sangre. Como a la media hora después de
planificar la protesta, apostaron guardias en la autopista.
Durante la mañana del 24 llego el
cadáver, ahí nos dimo cuenta de que su muerte no fue fruto de las protestas, aunque
en parte si, ya que cuando entro en crisis fue imposible llevarlo a un centro
especializado, las calles de la capital estaban llenas de obstáculos, piedras,
gomas encendidas y disparos permanentes.
El día del entierro, una gran
cantidad de jóvenes vestidos con camisa blanca, pantalones y zapatos negros,
una fila de varones y otra de hembras, caminamos
delante del féretro rumbo al cementerio,
los rostros destrozados y lágrimas derramadas sobre las mejillas de todos, sin
ocultar su dolor; fue la primera vez donde jóvenes exteriorizaron su dolor para
despedir a un gran amigo. Esta pérdida para los jóvenes del pueblo y
comunidades vecinas fue dolorosa y mas impactante que el caos que se desarrolló
en el país, fuimos una generación que siempre estuvimos presentes en todas las
actividades, y compartíamos con todos sin importar ni esperar nada.
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