Podría sentirme orgulloso si al asumir mi responsabilidad como padre, pueda proyectar desde el inicio el camino que han de recorrer aquellos que yo seleccione para que fueran mis hijos, ellos pueden ser la mejor inversión de nuestras vidas.
Si estoy pendiente que en sus primaveras el verdor de sus vidas refresca la trayectoria del camino que cada día voy trillando, para cuando vuelvan la vista atrás no se arrepientan de lo que vayan dejando en su recorrido, porque ese fue el camino que mis padres trillaron para que yo recorriera, y es mi responsabilidad, como padre, señalar los obstáculos que pueden rozar y dañar sus pisadas, aquellas que puedan dejar heridas profundas, de cicatrices que podrán verse a la distancia.
Debo ser el padre que en el mañana ellos sepan reflexionar cuando las tentaciones de las buenas cosas sin esfuerzo puedan provocar el desvió de esas enseñanzas, del ejemplo y de las buenas acciones que juntos aprendimos a realizar.
Debo ser el padre que juntos a ellos pueda llorar los errores que retrasen sus caminos, esos errores marcan un fracaso de mis enseñanzas; no es que sea el padre perfecto, pero si el gran ejemplo que pasara a su generación.
Así podre gozar de ser el viejo que con orgullo visitarían los nietos, que con una sonrisa franca y sincera se confunda en un cálido abrazo para revitalizar mi alma; y así podre manifestar con absoluta alegría, ya puedo morir en paz.
Si estoy pendiente que en sus primaveras el verdor de sus vidas refresca la trayectoria del camino que cada día voy trillando, para cuando vuelvan la vista atrás no se arrepientan de lo que vayan dejando en su recorrido, porque ese fue el camino que mis padres trillaron para que yo recorriera, y es mi responsabilidad, como padre, señalar los obstáculos que pueden rozar y dañar sus pisadas, aquellas que puedan dejar heridas profundas, de cicatrices que podrán verse a la distancia.
Debo ser el padre que en el mañana ellos sepan reflexionar cuando las tentaciones de las buenas cosas sin esfuerzo puedan provocar el desvió de esas enseñanzas, del ejemplo y de las buenas acciones que juntos aprendimos a realizar.
Debo ser el padre que juntos a ellos pueda llorar los errores que retrasen sus caminos, esos errores marcan un fracaso de mis enseñanzas; no es que sea el padre perfecto, pero si el gran ejemplo que pasara a su generación.
Así podre gozar de ser el viejo que con orgullo visitarían los nietos, que con una sonrisa franca y sincera se confunda en un cálido abrazo para revitalizar mi alma; y así podre manifestar con absoluta alegría, ya puedo morir en paz.
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