Había nacido en un pueblo del
sur, donde sus habitantes, con valentía tenían el deber de defender lo que eran,
era una parte de la región del sur profundo donde las lluvias se cansan en el
trayecto y pasan indiferente sobre las cabezas candentes de sus habitantes.
Fue en uno de esos viajes donde
comparadores y vendedores se juntaban, personas de distintas partes de la
región quienes hacían intercambios de los productos producidos en sus medios y
predios. Uno de esos hombres había conocido a su madre de la que se enamoro,
logro conquistar y convencer para que fuera a vivir en otro pueblo, más
productivo y menos castigado por la inclemencia del ardiente sol sureño.
Fue creciendo entre medios
hermanos y gente del pueblo, al que su carácter no pudieron doblegar ni lograr
cambiar; de pequeña estatura, pelo crespo y regio carácter, pero noble y
respetuoso de sus compromisos.
Conoció a una muchacha en un
pueblo vecino, de la que llego a enamorarse, idilio que por circunstancia de la
vida y su posición firme en lo que creía pudo haber terminado; una diferencia con
el padre de ella termino en forma violenta, muriendo de sus manos.
Aunque fue en defensa propia y
por situación provocada era necesario tomar medidas de seguridad por un tiempo,
gracias a la intervención de un primo de su padre quien lo llevo a un pueblo
vecino y distante hasta que los ánimos volvieran a su nivel. Allí se mantuvo
por un buen tiempo para luego regresar.
A su regreso, ya con los ánimos
calmados se dedico al trabajo bajo sus propios esquemas, logrando conquistar a
la que fue su novia, casándose y procreando varios hijos, sin contar su primer
hijo que tuvo en una relación circunstancial anterior.
Era un regio defensor de sus
principios y creencias, no permitía que nadie violentara sus espacios, sin su
permiso, aquel que osara penetrarlo era porque el lo permitía, de lo contrario
se encontraría de frente, sin importar su condición de amistad o familiar, ese
era el y solo el.
Un hermano penetraba a su propiedad
sin su permiso, ya en varias ocasiones le había llamado la atención para que
desistiera esa práctica, ya que tomaba varios productos irrespetando su
autoridad y derecho de propiedad. En una ocasión lo sorprendió sacando unas
yucas, amarrándolo de una mata le dio una pela con una media llena de arena, de
la que murió por los golpes recibido.
Fue tan severa la golpiza que
resultaba casi imposible introducirlo en la caja, su cuerpo se creció producto
de la hinchazón por los golpes recibidos; sus brazos se inflaron de tal manera,
que el mismo recomendó que se lo cortaran e introdujeran en la caja, no le
hicieron caso, pero fue necesario usar varios hombres para forzar colocarlo en
el féretro.
Los mangos y otros frutos en sus
propiedades se esparcían en el suelo provocando el deseo incontenible de los
muchachos por tomarlo, pero aquello era como penetrar a la cámara de tortura;
solo se conformaban con observarlo. En varias ocasiones una cerda de una
hermana entraba a su propiedad, el ya le había comunicado su queja, pidiéndole
que la amarrara porque estaba haciendo daño, y esta no lo tomo en serio, cuando
un día la cerda llego con el hocico colgando, de un machetazo que le propino;
cada vez que la cerda crujía, salía el borbollón de sangre.
Los años pesan, pasan y pisan, por
cosas de la vida que pasan a los humanos, cayo en un estado crítico de salud, durando
varios años en cama atendido por su incondicional esposa, una mujer de gran
corazón, sencilla y humilde, de una envidiable parsimonia, respetuosa, mujer
que tomaba las cosas consciente de que el tiempo se haría cargo de acomodarla
en el camino.
Un quebrando indescifrable lo
aquejaba, manteniéndolo postrado en cama, su carácter jamás se doblego, en una
ocasión su hijas pensaron que había fallecido, y al expresar los gritos por la
perdida, este abrió los ojos, y con una mirada penetrante dijo: -balsas de
vagabundas.-, quedando ellas petrificadas y sorprendidas.
La gente iba con cierta
precaución, para saber de su salud, así corría el tiempo; el hijo mayor de la
primera relación le visitaba normalmente y al final de sus días. En una de esas
visitas, después de conversar el le dijo que se acercara, le dio la mano y le
susurro algo al oído; el hijo se marcho de forma normal a su vivienda ubicada
en la misma calle y como a un kilómetro de distancia.
Al otro día bien temprano algunos
hombres y mujeres contaban haber visto al padre y al hijo caminar por algunas
calles del pueblo desnudos y agarrados de las manos, cuando de repente la
noticia se esparció como pólvora, el hijo que se veía en buen estado de salud,
había muerto. Los comentarios de personas que confirmaban haberlos visto en la
madrugada sonaba increíble; y mas impactante fue la noticia cuando en cosa de
par de días también murió el padre.
La muerte del hijo fue sentida
por muchas personas, la concurrencia en el velorio fue inmensa, tanto de su
mismo pueblo como otros vecinos, quienes lamentaban su deceso.
La muerte del padre a los pocos
días, era inminente, fue bastante la agonía de su retardada muerte, su entierro
fue normal y esperado, la del hijo fue sentida y había tocado el corazón de
muchos en el pueblo, donde corría la creencia de que el padre lo había enviado
delante para limpiar su camino.
El entierro del padre fue con el
debido respeto, la temeridad a este hombre era sentida por la mayoría,
sepultado de forma tradicional como se despiden a los difuntos, sus parientes
regresaron a la casa para iniciar el proceso de respeto por su muerte, el
tradicional rosario hasta llegar al ultimo rezo.
Una carretera que comunica al
pueblo con un área productiva y que lleva a una zona donde mantienen el control de ganados de muchas familias, esta pasa frente al cementerio, algunos se dirigían a sus
propiedades a realizar sus rutinarias labores agrícolas percibieron ese fuerte
e insoportable hedor, se pusieron a investigar y descubrieron que la tumba del
padre se había quebrado en diferentes partes. Era tan soberbio su espiritu que ni la tumba pudo retener el impetu de su caracter; corrieron a donde los familiares
a dar la noticia, quienes fueron a comprobar la información, y al llegar al
cementerio percibieron el fuerte hedor, fue necesario cubrir la tumba de
cemento con abundante tierra para tapar las grietas y controlar el insoportable
mal olor que despedía.