sábado, 8 de marzo de 2014

LA TARDE QUE LAS AGUAS SE ADUEÑARON DEL PUEBLO

Era una tarde normal, de esas que el sol aparenta observar desde arriba con con sus múltiples ojos el desenvolvimiento de la gente del sur perenne, donde cada uno de sus rayos cae independiente sobre cada persona, donde el incandescente calor remueve la sensibilidad de su piel.

Todos armonizaban sus mentes para esperar la serenidad de la tarde, esas tardes que desde el horizonte los rayos del sol levantan el fulgor de sus luces para anunciar su despedida, como anunciando que esta llegando la hora donde la noche empieza a reinar.

Algunos sentados a la sombra de un árbol, otros cubriéndose con la silueta del hogar conversaban, como si pasaran balance a las cosas cotidiana que durante el día fueran las novedades de sus existencias.

Sobre las tres de la tarde marcaba el reloj, alguien de la gente que ejercían la cotidianidad de los hombres del campo en sus fincas dieron una increíble noticia, comentaban que la gente se veía muy tranquila, y que estaban lejos en sus mentes lo que venia, algo parecido a león enfurecido y rugiendo a todos los vientos..

No lo podían creer, pero un sonido como si emergiera de lo mas profundo de la oscuridad de la tierra se escuchaba, algo rompiendo y demoliendo todo a sus pasos, no había tiempo para recoger los ajuares, solo para cerrar las puertas de la casa y correr, solo correr para no ser arrastrado por ese monstruo que arrasaba todo a su paso; fue un efecto cascada, tan solo ver la cara de miedo de los que venían corriendo decía que algo horrible venia detrás, no se podía pensar, solo era hacer lo mismo, cerrar las puertas de los hogares y correr.

No fue necesario esperar los molestos altoparlante anunciando que debían abandonar el pueblo por el peligro, la propia naturaleza se encargo de desplazarlo sin anuncio, sin cambio climático y sin equipos de rescate, tenían que hacerlo por sus propios medios si querían salvarse.

Fue increíble, en cosa de minutos todas las casas estaban inundadas, la mayoría solo podían verse la cobija desde la autopista. En esa tarde tranquila y serena la autopista fue el hogar sin techo de la gente del pueblo, niños, mujeres, hombres y ancianos se confundían en un murmullo colectivo, sorprendidos, confundidos y ataviados; no había explicación para ese repentino fenómeno.

En ese momento nadie tenia espacio en su mente para sentirse indignado o impotente, solo existía la sorpresa y las interrogantes, ver como ese fenómeno se adueñaba de algo que era de ellos, como se burlaba con inesperada sorpresa, así mismo en la altura de la autopista cruzaba entre sus pies, donde aun sorprendidos veían pasar con inconfundible sonido.

Las secuelas de ese fenómeno se fueron sintiendo después, plantaciones arrasadas, los mobiliarios del hogar afectados o destruidos y la moral en el suelo. Las lágrimas que rodaron por las mejillas de muchos al ver sus hogares en esas condiciones se podía comparar con aquellos ausentes, al ver la tierra donde sus ojos vieron por primera vez la luz de la vida.

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