Escrito por Roberto Victoria B., “Los 10 mandamientos de Balaguer” fue publicado en marzo de 1995, en plena campaña electoral y último intento reeleccionista de quien había gobernado el país desde los tiempos de Rafael L. Trujillo apoyándose en la argucia, el engaño, la manipulación, el fraude, el miedo y la muerte.
Con 238 páginas repartidas en 13 capítulos, además de índice, índice onomástico y dedicado a Orlando Martínez y Narcisazo González y a “otros tantos dominicanos que han caído tratando de descorrer el velo de quien se ha llegado a creer que Colón y Trujillo le entregaron con papeles el país”, este libro no tiene informaciones editoriales, lo que evita conocer quién o quiénes fueron los impresores, posiblemente para evitar la represalia por las cosas terribles que se dicen en él. El autor se encarga de subrayar que se “trata de un libro en donde se mezclan vivencias del autor con testimonios y conjeturas de terceros”.
Roberto Victoria B., autor que fue funcionario de Balaguer durante los 12 años, economista egresado de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y miembro del Partido Reformista desde los tiempos en que esa organización era conocida como “Acción Social”, ocupó la sub-administración de la Compañía de Seguros San Rafael y en los años posteriores a 1978, cuando Balaguer estuvo fuera de la presidencia hasta 1986, del grupo íntimo que acompañaba en las caminatas que el líder reformista hacia todos los días por las calles del bajo Manhattam, en la ciudad de Nueva York.
Las razones que llevaron a Victoria a escribir este libro no están del todo claras. Posiblemente Joaquín Balaguer lo ignoró luego de juramentarse como presidente de la República en 1986. También podría ser que entrara en conflicto con los íntimos del presidente, que le cerraron el paso. Tal vez eso explica que en más del 30% del libro aparecen algunos de los miembros del grupo íntimo tratado como corresponsables de muchas de las cosas negativas de las que se acusaban a Balaguer.
Sin entrar en el análisis del contenido, comparto con ustedes un resumen de “Los 10 mandamientos de Balaguer”, suficiente para entender las razones que hicieron que cercanos al candidato-presidente ordenaran su recogida y la posible destrucción de los ejemplares que se estaban vendiendo en librerías en 1995. Como cosa curiosa, el Archivo General de la Nación conserva un ejemplar de este rarísimo libro:
Primer mandamiento de Joaquín Balaguer: “Me amaré a mí mismo por encima de todas las cosas”.
Balaguer es un ser esencialmente narcisista: “No obstante, es el narcisista desde el punto de vista patológico una persona con una marcada tendencia hacia la depresión psíquica, y conocido es de aquellos que están cerca de Balaguer que el líder reformista es propenso a serios ataques depresivos, aislándose físicamente en ocasiones por varios días de sus más íntimos colaboradores y hasta de los miembros más cercanos de su familia”.
Sus gobiernos son autocráticos y en su estilo de gobernar “solo predomina su voz, que es la voz del Jefe”. Joaquín Balaguer es un hombre “que tira la piedra y esconde la mano”.
El segundo mandamiento: “Probado está: Soy la perfección”.
Con palabras precisas, Victoria describe el perfil del entonces presidente: Balaguer tiene una vida intachable, falta de escrúpulos éticos y políticos, capacidad para la manipulación, dotes en el manejo de la oratoria, conocimiento de la idiosincrasia del dominicano, cultura del trabajo y una acerada persistencia. Con una dieta balanceada, con preferencia en las frutas y las ensaladas. No injiere arroz ni plátano ni carne, pero si pescado, hígado o pollo acompañado de ensalada verde, papa al horno y una rebanada de aguacate. Su postre preferido el helado de vainilla y guineo salpicado de nueces de la famosa compañía heladera (…), que hacía que un avión de Dominicana de Aviación viajara a Miami tres veces por semanas a buscarlo.
Tercer mandamiento: “Os he dicho: Yo soy el enigma”.
Balaguer es enigmático, impredecible, reservado, contradictorio, gran creador de imagen y de mitos, que se vende “como un ser misterioso y siempre tiene al país político fascinado con esa aura de misterio”, pero rodeado de “verdaderos patanes, (…), que se hace acompañar de ramplones. (…). En él han confluido “el poder, el control social, la fascinación y la manipulación”. Balaguer antepone “el beneficio político a la cuestión moral, pese a que como hábil simulador siempre brinda la imagen de ser un monumento de moralidad” que tira “la piedra y esconder la mano, como la gatita de María Ramos”.
Cuarto mandamiento: “Está dicho y hecho: Mío será el poder”.
En la vida de Balaguer hay una constante: “conseguir, mantener y perpetuarse en el poder. (…) Sólo le interesa el poder político, aunque se dice que del 1966 para acá tampoco ha descuidado la posesión de bienes materiales” que gasta de forma desprendida “los dineros públicos cuando se entrona en el Palacio Nacional”. Además, dice Victoria, que este “hombre que ha gastado billones y billones de pesos como hombre de Estado, en su vida privada aparenta ser la tacañearía hecha gente”. A Balaguer poco “le importa (…) que se tenga que hablar mentiras de cara a cara frente al dócil purpurado, o comprar a todo aquel que es comprable (…). Lo único que importa es el poder”.
Quinto mandamiento: “Amaré las tinieblas”.
“Balaguer nunca perdona una ofensa a su amor propio (…) y cuando las circunstancias se presenten, no importa el tiempo que se tomen pues él tiene la paciencia de un monje hindú, se cobrará la ofensa”. No le atrae el vino ni la música, “su atracción por las mujeres (contrario a la percepción de lo que la gente cree de que es un misógino), es hasta cierto punto proverbial, aunque es posible que no haya amado a ninguna. (…). Balaguer ha poseído incontables mujeres, y han sido ellas de apariencias físicas tan variables que se puede decir que las ha tenido para todos los gustos”. Se ha llegado a creer dios “en su propia orbita celestial”.
Sexto mandamiento: “De cierto os digo: Soy omnipotente”.
Le acompaña la seguridad y la confianza en sí mismo, “que le proviene del largo ejercicio en el poder. (…). Otro factor es la flema, esa frialdad con la que oculta sentimientos de temor, o de preocupación o de contrariedad (…). Él efectivamente se haya llegado a creer que está provisto de atributos divinos”. Que se maneja e “impone el neotrujillismo (…). Balaguer no sólo fue ideólogo clave del trujillismo sino que es su eco viviente”. A Balaguer lo eligió “Trujillo desde su tumba” en 1966.
Sin entrar en detalle, el autor coloca en el libro un recuadro en que se lee de manera destacada: “Quien no sabe la verdad es un ignorante, pero quien la conoce y calla es un asesino”.
Séptimo mandamiento: “La ingratitud será mi norte”.
“Balaguer es un ser ingrato”. (…). El problema de Joaquín Balaguer es que él se cree que es el único reformista con meritos, y eso no es más que una gran falacia”. Tiene la propensión “a mostrarse siempre como el inocente, como el libre de culpas de hechos y de situaciones en las que él o ha sido el principal compromisario. Por eso; cuando los organismos represivos de su gobierno aniquilaron a sectores importantes de nuestra juventud, él, que siempre busca el empleo de abstracciones para desviar su responsabilidad, se los achacaba, pura y simplemente, a “Fuerzas Incontrolables”. Y con ese eufemismo se lavaba las manos. (…). Es un malagradecido a tiempo completo”(….). Se ama mucho a sí mismo para agradecerle nada a nadie”.
Octavo mandamiento: “No osaré decir la verdad”.
“Balaguer en sus ansias de manipular no sólo deforma la realidad de los hechos sino que distorsiona y falsea la verdad histórica. (…). Sus mentiras obedecen a un plan político determinado, y desde la perspectiva de ese plan se pudiera argüir que son mentiras necesarias. (…). Balaguer es la simulación hecha costumbre. (…). Cada acto de su vida está marcado por la simulación, por el cinismo, por la doblez, y su forma de escribir no está exenta de rasgos tan deletéreos”. (…). Si ha sido un simulador en lo que ha escrito y en lo que ha hecho, mayor lo ha sido en su intento de venderse bajo la imagen de una persona austera, sencilla y humilde”.
Noveno mandamiento: “Más el que bebiere el agua que yo le daré, no tendrá sed jamás”.
Este largo capítulo con más de 35 páginas, está dedicado a muchos colaboradores de Balaguer, sus relaciones con el presidente, y acusarlos de hechos que Victoria no estaba en condiciones de probar por lo que pueden caer en simples anécdotas especulativas.
Decimo mandamiento: “No os olvidéis: quiero morir en el poder”.
“Cuando Balaguer sueña de que está fuera del Palacio Nacional, ese sueño tiene para él la categoría de pesadilla”.
El autor aprovecha este último “mandamiento” para hablar sobre las relaciones de Juan Bosch con Joaquín Balaguer, llegando a decir que el presidente lo había usado “porque está consciente de que Bosch le tiene un temor patológico a la responsabilidad cívica que conlleva gobernar una nación que vive aquejada de todos los retrasos”. Además, Roberto Victoria desarrolla la tesis de que el fraude de Balaguer contra Bosch en 1990, fue un fraude informático, para lo cual se trajeron expertos extranjeros y que el área de cómputo de Bosch estaba “controlada por el hombre del maletín negro”.
En cuanto a los vicepresidentes que los han acompañado durante décadas, dice que no quiere saber de ellos por “temor a la sucesión (….) del segundo a bordo”.
La puesta en circulación de “Los 10 mandamientos de Balaguer” en marzo de 1995, a subienda de que para mayo de 1996 estaban convocadas las elecciones generales, llevan a pensar que este libro formó parte de la estrategia antibalaguerista de aquellos días y más cuando al finalizar la obra hay un párrafo que delata la intención:
“El tiempo de Balaguer ya pasó. Apenas faltan menos de dos mil días para el inicio de un nuevo milenio. Debe el país desprenderse de sus antiguallas, desmantelar a estos dinosaurios de la política forzándolos al retiro, ya sea éste voluntario o involuntario, Que no se deje la oposición dormir con los cantos de sirena del doctor de la Máximo Gómez”.
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