CUANDO MATARON A MI TÍO DARÌO...
Por José Gómez Nin (Raíces y Memorias)
Fue para esta fecha, mi tío estaba en tierras ajenas, comandando la dotación de El Mamey, Puerto Plata, en la época en que las clases militares eran verdaderos caporales y el uniforme hacía la diferencia. La asechanza de su subalterno Persio de Js. Nùñez pasaba inadvertida frente a un hombre que se distinguió por ser caballero y amable, que forjaba su carácter solo en los momentos precisos sin alejarse de su decencia cotidiana. Eran los finales de 1969, cuando, quien suscribe, entrado en la adolescencia, fue dispensado para salir del aula donde cursaba el bachillerato en el colegio Barney N. Morgan, en Barahona.
Se celebraba en dicha dotación de El Mamey el día de la Policía Nacional, y el forastero Nin recibía felicitaciones por tan significativa fecha y su posible ascenso. Su subalterno se le acercó con los mismos fines, y como serpiente venenosa que aprovecha la ingenuidad de la presa que la creía su amiga, apretó el gatillo de su revólver en medio de la efusividad de la víctima. Al emprender la huida, mi tío, desde el suelo, logró herir al victimario en un brazo, quien no se detuvo hasta ser apresado. Paradògicamente, fueron la madre y la hermana del matador quienes en gritos de desesperación se aferraron al cadáver y con sus faldas limpiaron su sangre, indignadas frente al alma de un extraño que morìa dejando huellas de amor y recelos en sitierìas apartadas, como un Lázaro en la ausencia de un Jesús ya crucificado.
Desde ese tiempo ya lejano, quedòse en mi corazón como un puñal tal acto aberrado de traición y cobardía. Mi abuelo recibió las condolencias sentado en su mecedora, en el trasiego de la casa; vestía de crema, botas para montar y sombrero de alas anchas, el que ligeramente se empujaba hacia atrás, mientras pensativo mordía un tabaco habanero. Cuando Buenaventura Matos lo abraza y le ofrece su pesar, aquel responde: ´´Gracias ´´Turita´´, gracias... se dejó mi hijo matar... de pendejo´´.
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